
¡Hoy es el gran día! Es el domingo más importante del año para nosotros los cristianos. El que da sentido a todos los demás domingos del año. Hoy cabe solo una exclamación que se debe oír en todo el orbe: ¡Aleluya, Jesucristo ha resucitado!
Los relatos del Evangelio sobre la resurrección no nos cuentan cómo sucedió la resurrección de Jesús, son parcos, con pocos detalles, más bien dejan entrever entre las limitaciones de la palabra, el acontecimiento que desborda toda experiencia humana: la resurrección. Estos relatos de resurrección contienen signos y señales que invitan a la fe, no son evidencias tangibles, pero dejan entrever lo sucedido: la tumba no está vacía, más bien, está abierta y llena de signos.
También hoy la resurrección está plagada de signos
Lo primero que aparece es la tumba vacía, primer faro de la resurrección. Mirándolo desde la experiencia de la amistad y cariño con Jesús experimentaremos la obra de Dios que ha sido dar vida a Cristo y a cuanto le arrebataron. Por eso, este es el tiempo de los que se alegran por la nueva vida y quienes saben leer los signos de esta primavera, aunque cada uno necesitemos nuestro proceso. Mirar a estos signos nos enseña a identificar otros nuevos lugares que hoy aparecen para alentarnos y decirnos que Cristo ha resucitado. ¿Dónde lo ves? No toca llorar al pie de las tumbas, sino mirarlas de forma nueva y dejar que él llegue a nuestro encuentro en el camino de la vida dejándonos su consuelo. José Cobo, arzobispo de Madrid
ESPERARÉ
Esperaré a que crezca el árbol
y me dé sombra;
pero abonaré la espera
con mis hojas secas.
Esperaré a que brote el manantial
y me dé agua;
pero despejaré mi cauce
de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte la aurora
y me ilumine;
pero sacudiré mi noche
de postraciones y sudarios.
Esperaré a que llegue lo que no sé
y me sorprenda;
pero vaciaré mi casa
de todo lo conquistado.
Y al abonar el árbol,
despejar el cauce.
sacudir la noche,
y vaciar la casa,
la tierra y el lamento
se abrirán a la esperanza.
B. González Buelta, sj.