VIDA EN COMUNIDAD

Vivimos en comunidades fraternas, a las que somos enviadas. Estamos dispersas y a la vez unidas en un mismo sentir, realizando diversas tareas y servicios. Somos enviadas a colaborar con otras personas en la construcción del Reino de Dios, para que el mundo sea mejor, más digno, más humano, sobre todo, para los más pobres y necesitados.

El carisma de santa Cándida nos invita a vivir como hermanas, ser testimonio de alegría y esperanza.

POBREZA

La experiencia de sabernos amadas incondicionalmente por Dios, de experimentar su amor de Padre en nuestra fragilidad y vulnerabilidad, nos lleva hacia una postura de total confianza en Dios. Él siempre nos cuida y esta seguridad nos hace desear vivir, cada vez más, una vida sencilla que se concreta en el deseo de compartir nuestras cualidades, nuestro tiempo, nuestros bienes con todos nuestros hermanos. Deseamos vivir cada día más desprendidas.

CASTIDAD

Elegimos amar de otro modo, un amor universal y concreto. Un amor que nace de tener a Jesús como centro y de experimentar ese amor gratuito que nos desborda. Por ello, lo entregamos, lo compartimos, nos vacía de nuestro yo para que nuestro corazón se llene de muchos nombres.

OBEDIENCIA

El anhelo de llevar al mundo la Buena Noticia que encontramos en el Evangelio nos hace vivir en búsqueda, a la escucha de Dios y de sus mediaciones. Nos implicamos en esa búsqueda de la voluntad de Dios, en descubrir el bien para los hermanos y para una misma. Confiamos en la hermana que es mediación de la voluntad de Dios. Nuestra libertad se hace libre.

DISPONIBILIDAD

Deseamos que nuestro servicio responda a las mayores necesidades. Estamos disponibles para ir a cualquier parte del mundo y realizar diferentes servicios en bien de los hermanos.

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