Santa Cándida María de Jesús
Juana Josefa Cipitria y Barriola nace en Andoain (Guipúzcoa), el 31 de mayo. Es la hija mayor de una familia numerosa de artesanos que viven alquilados en el Caserío de Berrozpe.
Su padre es tejedor. La familia se ve afectada por la crisis del algodón, lo que les lleva a emigrar a Tolosa, capital de Guipúzcoa. Mientras tanto, Juana Josefa se dedica a colaborar en el cuidado de sus hermanas y de la casa.
Con 16 años, un joven bien situado y buen cristiano, muestra interés en casarse con ella. Aunque sabe que es una buena oportunidad para mejorar la situación económica de su familia, Juana Josefa lo tiene claro: ella es “solo para Dios”.
Se marcha a Burgos a trabajar como sirvienta en la casa del magistrado don José Sabater, donde la acogen como a una hija y le permiten seguir cuidando su vida espiritual. Sigue su proceso de búsqueda de la voluntad de Dios.
Se traslada a Valladolid con los Sabater. Juana Josefa se ocupa de sus deberes en la casa, pero las noches las pasa en oración. Le gusta acercarse a rezar al Rosarillo, una pequeña iglesia en la que se encontraba el altar de la Sagrada Familia.
El 2 de abril, ante ese altar, siente la confirmación de lo que Dios le pide: fundar una Congregación con el nombre de Hijas de Jesús, dedicada a la educación de la niñez y juventud. Juana Josefa empieza a ser, desde ese momento, Cándida María de Jesús.
El 8 de diciembre, en Salamanca, la Madre Cándida funda la Congregación de las Hijas de Jesús con cinco compañeras. El Padre Herranz, jesuita, ejerce de maestro, acompañante, amigo y apoyo en la fundación. Él descubre en esta joven sirvienta casi analfabeta ella posibilidades infinitas.
El 1 de enero, en Salamanca, se abre el primer colegio de las Hijas de Jesús. Es su respuesta comprometida a la necesidad de educación de la mujer en el último tercio del siglo XIX.
La Madre Cándida va creando por España escuelas para niñas internas y externas, ricas y pobres, ofrece educación a las sirvientas en la escuela dominical y formación superior a las Hijas de Jesús y a las alumnas mayores.
Tras años de aprobación diocesana de las Constituciones, el 30 de agosto de 1902 viaja a Roma para defender el espíritu ignaciano que contenía su texto original. El 18 de septiembre, León XIII las aprueba ad experimentum.
Las Hijas de Jesús llegan a Brasil haciendo realidad el sueño de la Madre Cándida: “ir al fin del mundo en busca de almas”. Comienza la extensión de la proyección apostólica de la Congregación, que crecerá más tarde.
El 9 de agosto muere en Salamanca, ciudad que la vio crecer como mujer, como fundadora y como Hija de Jesús. Los que la conocieron y trataron la describían como una mujer santa y, por ello, muchos salmantinos se acercaron a darle su último adiós.
El 17 de octubre, Benedicto XVI proclama su santidad. Desde ese momento, la Iglesia reconoce a santa Cándida como un modelo en el que inspirarse en el seguimiento de Jesús.
La vida de santa Cándida nos confirma que Dios interviene en la historia a través de aquellas personas que se dejan hacer por Él, que responden con generosidad a su llamada. Se transforman, así, en testigos que nos acercan su rostro. Ella vio en la educación, en su sentido más amplio, una clave para cambiar el mundo. Hoy, las Hijas de Jesús continuamos su legado y seguimos a Jesús respondiendo a una llamada personal que nos cambia la vida.