FILIACIÓN
Desde la experiencia del amor misericordioso de Dios Padre nos sentimos especialmente llamadas a vivir una actitud filial, Dios es nuestro Padre y no nos abandonará jamás, expresada en la confianza, en la certeza de su amor incondicional y en la alabanza. Ese rostro de Dios que contemplamos nos invita a la fraternidad con todos, a la gratuidad, a la sencillez, a la alegría. Somos Hijas de Jesús que quieren parecerse a su Padre.


MARÍA
María ocupa un lugar especial en nuestra vida de fe y de seguimiento de Jesús. Ella es la primera discípula. La descubrimos como estrella que nos guía, garantía de nuestra esperanza, modelo de fortaleza en el dolor, de ternura y de sensibilidad ante las necesidades de los otros, de confianza y abandono en las manos de Dios. Confiamos en su ayuda y su protección. Es mediadora junto a su hijo y modelo de entrega a Jesús. Vivimos el amor a nuestra Madre y Señora, María Inmaculada que es nuestra patrona.

SERVICIO APOSTÓLICO
Nuestra vocación es para ir y vivir en cualquier parte del mundo donde se espere mayor servicio a Dios y ayuda a los hermanos. El empeño por colaborar en mejorar el mundo y transformarlo en Reino es algo nuclear para una Hija de Jesús. Nos lleva a salir de nosotras mismas y a implicarnos en el proyecto evangelizador de la Iglesia. Ser y vivir para los demás. La educación integral, en sus diversas facetas, es el medio para anunciar el Evangelio y educar personas capaces de comprometerse en la transformación de la sociedad.


EN COMUNIDADES FRATERNAS
Vivimos en comunidades fraternas. La comunidad es el espacio que se nos ofrece como don de Dios donde se comparte la oración y la vida. Se renueva la llamada y la misión común. Se experimenta el apoyo y la ayuda mutua. Al mismo tiempo, la comunidad es una casa abierta para quienes desean un momento de oración, compartir, búsqueda conjunta, convivencia, amistad y fraternidad.
EN DISCERNIMIENTO
Las Hijas de Jesús estamos llamadas a ser mujeres de discernimiento. Vivir en actitud discerniente para buscar y hallar la voluntad de Dios. Este talante se va adquiriendo a lo largo de la vida ante las distintas posibilidades que se nos presentan de tomar decisiones a nivel personal, comunitario y apostólico.
