FAMILIA

MADRE CÁNDIDA

Familia Madre Cándida, en sentido amplio, se refiere a todas las personas que, de algún modo, nos sentimos unidas a ella, la conocemos, la tenemos como referencia en nuestra vida, en la tarea de ser educador, en el compromiso social.

Hay, sin embargo, otro sentido de familia, con un vínculo más hondo que se va fortaleciendo entre las Hijas de Jesús y los laicos. Este vínculo nos proyecta a los demás, al mundo para hacer realidad que «Dios es el Padre que de todos cuida». Desde vocaciones diferentes queremos asemejarnos a Jesús y ser su rostro visible hoy. Jesús es nuestro origen y, en su Evangelio, recibimos la invitación de seguirle a través de un estilo concreto: el carisma que recibió la madre Cándida.

El carisma de la madre Cándida comenzó concretándose en una forma: la de la vida consagrada, fundando la Congregación de las Hijas de Jesús. En este momento de la historia, además, hay muchos los laicos y laicas que sienten que ese carisma también es para ellos. El Espíritu va integrando a ambas vocaciones en una misma espiritualidad y misión. Por tanto, el vínculo de esta unión es la espiritualidad que intuyó y vivió santa Cándida, su modo de vivir y anunciar el Evangelio de Jesús. Es lo que denominamos familia carismática madre Cándida

Ser familia carismática madre Cándida es una respuesta personal a la llamada de Jesús. Nos sentimos convocados por Dios, que nos une a Hijas de Jesús y laicos en una misma familia y nos confía una misión. Pertenecer a esta familia es un camino de crecimiento y búsqueda, un deseo de profundizar el carisma, un llamamiento al compromiso de transformar la realidad.

La CG XVIII, nos impulsa a seguir a la escucha del Espíritu para profundizar el seguimiento a Jesús.

“El carisma de la madre Cándida es un regalo del Espíritu a la Iglesia, vivido desde las dos vocaciones: laical y religiosa. Queremos seguir abiertos y en búsqueda del horizonte y de los pasos que el Espíritu nos impulse a dar como familia carismática. Hijas de Jesús y laicos nos ayudamos a vivir en fidelidad nuestro compromiso en el seguimiento de Jesús. Es preciso seguir creciendo en reciprocidad y formación conjunta” (CG XVIII, llamadas en la Acción apostólica, 8)

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