Sabemos que Berrozpe es una casa torre en la que nació Juana Josefa Cipitria y Barriola. A lo largo de su historia, sus sólidos muros conservan voces de hombres de guerra, murmullos de secretos guardados y llantos de dolor y esperanza, de muerte y de vida.
El 31 de mayo de 1845, la vida se abrió paso en el llanto de una niña, era el eco de la sencillez y de la emoción contenida por el nacimiento de la primera hija. Alegría por la primogénita que era un don de Dios para este matrimonio joven, Juan Miguel y Mª Jesús. Juana Josefa fue una niña y adolescente que albergaba en su corazón un sueño: ser para Dios. Este deseo fue creciendo en su interior y le fue configurando toda su persona: su voluntad, su entendimiento, su memoria y toda su libertad.
Un cauce invisible discurría en su interior y se iba convirtiendo en torrente que le impulsaba a tomar las decisiones que le acercaban más a Dios y le comprometían a mejorar el mundo. La educación de los niños y jóvenes fue su camino para transformarlo.
175 años después, la memoria agradecida nos lleva a Berrozpe y, en la pequeña habitación que la vio nacer, reconocemos que Dios se ha valido de esta mujer humilde y sencilla, pero llena de coraje y determinación para mostrarnos que los valores del Reino no son los valores de nuestro mundo, son alternativos, pero eficaces. No se imponen, sino que se viven y se proponen.
La situación mundial creada por el COVID-19 ha puesto en clara evidencia el cambio de época que vivimos. Recordar en este contexto el nacimiento de la Madre Cándida nos invita y urge a incorporar en nuestras vidas cambios personales y sociales que hemos vivido en estos meses de confinamiento. En la educación de los niños y jóvenes está la llave para, como nos dice el Papa Francisco, abrir la puerta de un futuro que impulsado por el soplo del Espíritu abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad.
La Vicepresidenta de la ONU, Amina Mohamed, subraya que no es momento para agravar las desigualdades. Es el momento para invertir en el poder transformador de la educación. Cándida María de Jesús, mujer de su tiempo, atenta a la realidad convulsa que se vivía en España a finales del siglo XIX, apostó por la educación católica de los pueblos como contribución a esa mejora de la sociedad española, especialmente de la mujer. En un mundo global, afectado por las consecuencias de una pandemia, la llamada, ahora, es a elevar la mirada y rescatar los valores del Reino que habitan en nuestro corazón. La educación sigue siendo el instrumento fundamental para afrontar, tanto la emergencia actual, como las transformaciones sociales necesarias para vivirnos y sentirnos como hermanos, como familia humana.
¡Que la intuición de Cándida María de Jesús nos anime, nos impulse y nos comprometa a sostener y empujar la historia!
¡Felicidades, Madre Cándida! Zorionak, Ama Kandida!