Durante los meses de septiembre y octubre, Teresa García Cacho, FI, participó en el curso ‘Cuando vamos llegando a los 65, 70… años’, en el Santuario de la Cueva de San Ignacio en Manresa. Y ahora, ha querido compartir su experiencia.
“Dad gratis lo que habéis recibido gratis” ( Mt 10,8 ). Este versículo del Evangelio fue el que le motivó a expresar todo lo vivido en el curso. El programa, orientado a enseñar el arte de asumir creativamente los penúltimos tramos de la vida, utiliza la metodología ignaciana para vivir que “lo que llena y satisface el alma no es el mucho saber, sino el sentir y gustar las cosas internamente”. De ese modo, los participantes experimentan cuatro etapas, a través de ejercicios espirituales personalizados, charlas y formaciones que les enseñan a esperar y acoger el misterio del Dios de la vida con plenitud.
“Es una etapa en la que recogemos lo que vamos siendo a lo largo de nuestra vida y que vamos asemejándonos a lo que Dios quiere. Ese “vaciamiento” que vivió San Ignacio, ese vivir desde lo que Dios quiere, en discernimiento con lo que yo quiero, ese ver a Dios en todo lo que nos acontece y vivir, sea el momento que sea de nuestra vida, sintiéndonos en Misión”.
Teresa ha experimentado que todo lo que sucede es “porque Él quiere” y eso ayuda a ser personas de Esperanza, evitar protagonismos, aceptar las limitaciones, ser más sensibles a los problemas del mundo y de los más desfavorecidos. “Desde ahí, formamos comunidades más fraternas en las que se nota que somos felices, porque es Jesús quien nos convoca, al que seguimos y quien nos une”.
Para Teresa, la experiencia de los ejercicios espirituales, los diferentes estudios realizados con distintos profesores jesuitas y laicos, con quienes profundizaron en la experiencia de que somos seres espirituales con experiencias terrenas, han sido de gran ayuda. Al mismo tiempo, destaca la riqueza vivida en un grupo tan diverso: sacerdotes, religiosos, matrimonios, solteras… Todas las aportaciones personales y culturales han enriquecido el grupo y se han mostrado abiertos a vivir de un modo sinodal.
“Reconocer las limitaciones personales y congregacionales nos acerca más a la Plenitud de Dios, a crecer en el Amor y decrecer a nuestro yo (ego). La importancia de ser optimistas y de mirar hacia adelante evitando la nostalgia, para vivir el presente con intensidad en cualquiera de los momentos y edades en que nos encontremos en la vida”.