Nos encontramos viviendo, una vez más, un momento difícil, en este caso, entre una pandemia a la que no se le ve el final, y la amenaza de una guerra absurda. Sin embargo, en este escenario apocalíptico asoman -entre otros muchos-, pequeños signos de resurrección,  como los que tuve la alegría de vivir el fin de semana del tercer domingo del tiempo de Pascua.

Después de tres años del inicio de la pandemia, por fin pude visitar Caivano, encontrarme con Pina en nuestra casa,  y con la gente de la parroquia San Pablo Apóstol en el Parque Verde, con quien compartimos nuestra misión. No ha sido un simple encuentro, sino un regreso a un lugar de memoria, un lugar en donde he vivido durante siete años, y que me ha acompañado en mi formación hasta la celebración de mis votos perpetuos en 2007.

A pesar del tiempo transcurrido, los rostros y las historias de muchas personas, sus sufrimientos y la dura lucha por la vida, han quedado grabados en mi corazón. Para mí ha sido y sigue siendo una gran escuela de humanidad. Sigo admirando el compromiso tenaz del párroco Don Maurizio en la denuncia de todo abuso, su palabra libre y franca ante toda injusticia. En este momento, el Estado le ha puesto una escolta para protegerlo de las amenazas de la camorra.

Sigo también apreciando el entusiasmo y las ganas de volver a empezar de nuevo de los chicos de la Parroquia, su deseo de convertirse en signo de esperanza, tal como expresa el nombre que le dieron a su grupo,  ‘Jóvenes de la Esperanza’ y el no querer resignarse a vivir en un ambiente de odio y violencia.

Me hace mucho bien ver el coraje y la perseverancia del grupo de catequistas, que se han inventado de todo en el tiempo de la fase aguda de la pandemia, incluso las catequesis enviadas por WhatsApp para seguir llevando la Buena Noticia.

Me edifica la iniciativa de Antonello Meola, un laico comprometido de la parroquia que en 2020 creó una asociación «Core a Core» (Corazón a corazón) para ayudar a las personas sin hogar que viven en torno a la estación ferroviaria de Nápoles.

¡Gracias, Señor,  por seguir viviendo y actuando en medio de nosotros! ¡Gracias por no dejas solos!

Danos la fuerza necesaria para perseverar en el anuncio de Tu Reino. Te lo pedimos por intercesión de María, Estrella de nuestros caminos.

Anna Maria Martin FI, desde Roma