Al morir y resucitar, Jesús nos abrió el camino a Dios y nos ofreció la reconciliación con Él a través del arrepentimiento y el perdón de nuestros pecados. El Señor nos tiende la mano con un amor infinito y, aunque fallemos, nos perdona y nos espera siempre con los brazos abiertos. El perdón de Dios y su eterna misericordia nos renueva, purifica y nos ofrece nuevas oportunidades. Él aprovecha la herida de nuestros pecados para hacer de nosotros una obra todavía más hermosa.

En esta Semana Santa, recordemos estar dispuestos a ello. ¡Merece la pena reconocer nuestros pecados, arrepentirnos y ponernos en sus manos!