El verano va llegando a su fin y, poco a poco, nos llegan ecos de las diferentes actividades que se han ido llevando a cabo. Varios jóvenes que participaron durante la segunda quincena de julio en el campo de trabajo de Almería ‘Construyendo puentes’ han querido compartir cómo lo vivieron. Recogemos a continuación algunos de sus testimonios.

‘Construyendo puentes’ ha sido mi primera experiencia de voluntariado y creo que no habría podido empezar por un sitio mejor. A pesar de que la realidad en la que nos vimos envueltos  durante esas dos semanas no fuera fácil ni bonita, el camino resultó ser agradable. Nuestros coordinadores se volvieron compañeros y los voluntarios formamos un grupo excepcional. Aunque muy intensas, las dos semanas que compartimos se me hicieron cortas. Además, visitamos y conocimos a personas que fueron un regalo. Sus historias y vivencias no eran algo que estemos acostumbrados a escuchar.

Estoy orgullosa de haber completado mi primer campo de trabajo de la mano de MAG+S. Me llevo a casa el esfuerzo, la constancia, nuevas amistades y la alegría reflejada en los ojos de los niños, los verdaderos protagonistas de esta historia.

Paloma Menéndez, joven de Madrid

Si tuviera que describir en una palabra la experiencia de Almería sería agradecimiento. Desde hacía tiempo llevaba queriéndome ir a ayudar donde se necesitara. Tras buscar las distintas experiencias, Almería me llamó la atención y, al final, me acabé llevando mucho más de lo que di. Tuve la suerte de ir con personas magníficas que hicieron que la convivencia fuera súper fácil. Además, agradecí tener a un grupo de gente a mi lado cada vez que sentía pequeña.

El voluntariado consiste, diría yo, en dos partes. Lo principal es el campo de trabajo con niños. Cuando leí de qué iba la experiencia, ni me imaginaba lo que iba a vivir o cómo iba a ser la realidad a la que me enfrentaría. Yo ya había realizado alguna experiencia con niños en parroquias de Madrid, pero, sin duda, nuestros niños de Almería tenían un interior muy especial. Es cierto que de primeras te lo tenías que trabajar, pero luego terminó siendo un auténtico regalo. Para mí, además del entretenimiento, el principal reto era que pudieran cambiar su actitud o, simplemente, acompañarles en su realidad. A pesar de su corta edad, son niños que han experimentado mucho y sin poder exteriorizarlo. Este campamento también es un camino de ayudarles a gestionar esa rabia o frustración que a veces podían sentir.

Por otro lado, el voluntariado cuenta con testimonios y visitas a lugares que nadie suele dignarse a mirar y en los que queda mucho trabajo por hacer. Desde el mismo barrio de los Almendros a los invernaderos en los que los inmigrantes dan su vida enfrentándose a condiciones infrahumanas para poder sacar adelante a su familia. Es una experiencia que te libera de prejuicios e ideas preestablecidas de la gente que vive esa situación.

También creo que es necesario nombrar la relación tan especial que se crea con cada voluntario de la comunidad, que te acompaña en cada momento. Además de los voluntarios que vienen desde la red de MAGIS, la experiencia cuenta con el apoyo de monitores de los barrios de Almería que se entregan completamente por y para los niños. Te ayudan a entenderles mejor y a comprender las mochilas que llevan detrás porque, de alguna forma, ellos mismos también las han llevado.

Aunque la experiencia esta abierta a todo tipo de personas, creyentes o no, como creyente me ha enseñado a saber ver a Dios en el sufrimiento. He visto muchas realidades muy duras y, a pesar de ello, los protagonistas de las historias seguían teniendo esperanza. Tuve la suerte de acompañar a una mujer del barrio que había sufrido mucho, pero seguía siempre agradecida a Dios por cada pequeña cosa. Es algo que, personalmente, me costaba mucho y que todos (voluntarios y niños) me han enseñado.

Cristina Contreras, joven de Madrid

Durante este verano he pasado 15 días en el barrio de Piedras Redondas, en Almería. Es un barrio diferente al que estamos acostumbrados a vivir y esconde muchas realidades que son necesarias descubrir y compartir. He pasado tiempo con niños de todas las edades, culturas y costumbres, con una historia de vida difícil, pero con mucho cariño por dar y recibir. Todo el tiempo pasado con ellos me ha ayudado a comprender su comportamiento, su pensamiento y sus reacciones. Además, descubrí en ellos una realidad muy distinta a la mía, ya que muchos niños habían experimentado cosas que yo en mi vida había visto o escuchado.

No solo los niños han sido una pieza clave para que esta experiencia haya merecido la pena, sino que los demás voluntarios, según iban pasando los días iban siendo cada vez más cercanos y, poco a poco, íbamos formando una familia en la que apoyarse y confiar. Cada uno de nosotros veníamos desde una ciudad distinta y es algo inexplicable cómo une una experiencia en la que Dios está presente durante todo el día. Surgen conversaciones especiales, te ríes, te emocionas…

Si tú estás leyendo esto ahora mismo y no sabes si ir a este campo de trabajo o no, elige ir. Es verdad que puedes tener miedo o inseguridad de ir. Yo antes de ir también la tuve. No sabía que iba a encontrarme, si iba a encajar o si iba a ser capaz de mirar con ternura a todos esos pequeños y mayores que viven en el barrio. Pero, cuando llegas allí, te das cuenta que todo eso no importa, y empiezas a descubrir que dedicar tiempo a los demás merece la pena.

Elisa Díez, joven de Valladolid