Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fecha en la que se conmemora la incansable lucha de la mujer por ser partícipe en la sociedad, por la igualdad de oportunidades y por su desarrollo íntegro como persona. Y es, además, un buen pretexto para recordar a todas aquellas que, desde el lugar que ocupan en el mundo, se esfuerzan y luchan para hacer del planeta un lugar más justo e igualitario para todos. La mayoría de ellas son mujeres anónimas que efectúan el cambio desde lo cotidiano, emprendiendo acciones pequeñas, pero imprescindibles para el progreso.

Mujeres como Melba, una Hija de Jesús que nació en República Dominicana  y que, actualmente, se encuentra en España ampliando su formación. “Estudiar significa ocupar el rol que nos toca y es necesario que seamos mujeres cualificadas a medida que nos vamos desarrollando en todos los sentidos”, declara, y confiesa estar muy agradecida por la oportunidad que se le ha brindado de venir a España y seguir estudiando.

Para Melba, las mujeres siempre han sido una fuente de inspiración. Tiene cinco hermanos y cuatro son mujeres menores que ella. Pese a la diferencia de edad, han estado muy unidas desde niñas y asegura que tienen en común el ser resolutivas, fuertes y decididas. Todas ellas comparten su pasión por la educación: “Somos una familia de maestras y todas, de una manera o de otra, hemos colaborado en la educación en el país. Mi madre no estudió cuando era joven, pero siempre trabajó colaborando con maestras y en escuelas radiofónicas. Ya siendo adulta, con casi 70 años, accedió a la universidad”. Además, recalca que su madre fue quien le enseñó el compromiso por el bien común y la preocupación social, valores que ha tenido presente todos los días de su vida.

Siendo adolescente, empezó a estudiar en el Politécnico Virgen de la Altagracia, un centro educativo que las Hijas de Jesús tienen en Santo Domingo. Enseguida descubrió en las religiosas a mujeres luchadoras, sensibles con la realidad y con un espíritu de compromiso que le terminó cautivando. Asegura que, con su ser, creaban un ambiente de familia y un sentimiento de igualdad del que nadie se quería desprender: “Entendían bien que Dios es Padre de todos y que ellas estaban llamadas a hacer todo lo que estuviera en sus manos”.

Ahora, siendo ya religiosa, comprende que las Hijas de Jesús siempre han sido feministas. Empezando por la madre Cándida, que, en palabras de Melba, “fue una gran revolucionaria feminista, que luchó por dignificar a la mujer y darle su lugar en la sociedad”. En un momento en el que no era sencillo que las mujeres tuvieran acceso a la educación, ella lo hizo posible. “Creo que, de alguna manera, llevamos el feminismo en nuestro carisma”, concluye.

Ser mujer es de lo más bonito que le ha pasado, aunque también le ha llevado a sufrir situaciones desagradables de discriminación: “Todavía hay personas, dentro y fuera de la Iglesia, que nos rechazan por nuestro género, pero, afortunadamente, creo que poco a poco estamos avanzando”. Aun así, experimenta su ser de mujer y de religiosa con alegría y gratitud. Lo vive con intuición, que le permite detectar en el mundo lo que Dios hace y hacerlo brotar. Y, es que, ante todo, Melba se siente llamada a seguir luchando por todo aquello que nos haga más iguales como sociedad y, sobre todo, más hermanos.