María Inmaculada, estrella de nuestros caminos
Para santa Cándida, el 8 de diciembre tiene un significado especial. Ese día había comenzado una aventura confiada en Dios y en la ayuda del Padre Herranz, de los jesuitas de Salamanca y del obispo Fray Tomás Lunch y Garriga. Un día de comienzo, de ilusiones, de incertidumbre, de confianza, de deseos hondos de compromiso. Desde este inicio, María Inmaculada y su día de fiesta, se quedaron grabado en el corazón de las primeras Hijas de Jesús.
Por eso, cuando se trasladan a Montellano, la Madre Cándida expresa al obispo Martínez Izquierdo el deseo de tener una Virgen que infundiera fervor a las hermanas y a las colegialas. Desde el 8 o 15 de diciembre de 1879, esta imagen, acompaña como testigo silencio y acogedor la vida de cada Hija de Jesús, cada antigua alumna, cada educador, cada colegiala, cada visitante que se acerca a ella.
Es una virgen adolescente, vestida con túnica blanca decorada con azucenas, signo de pureza, y manto azul, símbolo de eternidad. Sus manos, cruzadas sobre el pecho y sus ojos bajos perfilados por pestañas naturales, expresan su actitud de acoger la voluntad de Dios: participar en la historia de salvación. Su semblante es sereno y su actitud humilde, a la vez que señorial. Esta Virgen Inmaculada invita a la confianza, a la interiorización. Nos ayuda a conectar con lo trascendente, con el Dios que habita en nuestro interior, en lo más profundo de nosotros mismos. En ademán bíblico, su pie derecho sobre la serpiente que come la manzana. En su cabeza, la corona de doce estrellas, recordando a las 12 tribus de Israel. A sus pies, el mundo sostenido por dos ángeles que sujetan con una mano la luna, y con la otra, sostienen uno, una azucena y, el otro, una palma. Ambos definen a María como Virgen Inmaculada y como Reina de los Mártires.
Esa devoción, este cariño a esta virgen Inmaculada se ha convertido en un elemento especialmente significativo en la tradición espiritual de las Hijas de Jesús y en nuestra acción apostólica. A lo largo de estos 151 años, las Hijas de Jesús, hemos cultivado esa relación con María y, desde la vivencia interior personal, comunitaria y congregacional, hemos ido expresando y contextualizando lo que dice CFI 140: “Se acogerán con devoción filial bajo la protección de la Purísima Virgen María, nuestra Madre y Señora. Imitándola en sus virtudes, particularmente en la humildad que tanto la engrandeció a los ojos de Dios, dejarán que Ella les enseñe a ser verdaderas Hijas de Jesús. Le expresarán esta devoción en su vida personal y comunitaria y cuidarán de que, en su palabra y ejemplo, aquellos a quienes educan aprendan a conocerla y amarla”. Vivimos con hondura que María es modelo y espejo en el que mirarnos, es la estrella que ilumina el camino que, en este tiempo histórico, se oscurece por momentos.
La Fundación Educativa Jesuitinas recoge el testigo de la Congregación siguiendo la devoción heredada de santa Cándida y diseña una imagen de María para que esté en las aulas de los colegios. Es una Virgen Inmaculada de formas simples y esquemáticas con la que puedan conectar todas las personas, independientemente de su edad y situación personal. Está en actitud de oración, a la escucha de lo que Dios quiere de ella, y con los pies posados sobre la luna, referencia al Apocalipsis, que expresa su relación con Dios. Refleja la vida de Dios que hay en su interior. En el fondo de nuestra imagen, se ve una estrella, alusión a la presencia de María en nuestra vida como guía y compañera de camino que nos conduce a su Hijo. La madre Cándida deseaba que los niños y niñas de nuestros colegios conocieran a María y aprendieran a amarla y expresarla su cariño. Se lo pide a las Hijas de Jesús en las CFI[1]
Que, en este día de la Inmaculada de 2022, podamos experimentar que María es la Madre que nunca abandona a sus hijos. Desde la figura de María brota una luz: la luz de Cristo, de su misterio Pascual, que es la que alumbra la esperanza a todos los que transitamos este incierto tiempo de pandemia.
Dejemos que María, la Virgen Inmaculada, nos diga a cada una: Quiero entrar en tu casa para llevarte la luz de la Esperanza, que no es otra sino mi Hijo Jesús. Quiero entrar en tu vida y enseñarte cada día, particularmente, en este año jubilar, a ser verdadera Hija de Jesús[2].
¡Felicidades en este día de nuestra Madre y Patrona, la estrella de nuestros caminos!