La madre Cándida tenía el presentimiento de su muerte cercana mucho antes de que llegara. La Hna. Machiñena, que tanto la cuidó, tenía miedo de perder a la madre Cándida y, como para asegurarse de que no fuera así, solía decirle:
-“Madre, yo me moriré antes que V. Reverendísima”.
Y la madre Cándida le respondía con segura serenidad y mirada cariñosa:
-“No, a mí me toca antes que a V. morir no, empezar a vivir; pero para eso, hay que morir”.
El 9 de agosto de 1912 esa intuición se convirtió en certeza y llenó de tristeza a las Hijas de Jesús y a la ciudad de Salamanca. Ese sentimiento de orfandad por la pérdida de la madre se instaló en el corazón de las Hijas de Jesús y de la ciudad. Sin embargo, pronto se transformó en agradecimiento profundo por su vida, por todo lo que de ella habían recibido como don y tarea. La ciudad que había estado pendiente de su enfermedad se entristeció con el tañido de las campanas del Carmen que doblaron a Requiem y avivó el dolor sentido por su pérdida. Por eso, con gesto expresivo de veneración y afecto sincero muchos salmantinos de todas las clases sociales quisieron darle su último adiós. Ante su cuerpo yacente, silencio, respeto y oración confiada porque veían en su cara sonriente y agradable el rostro de una santa.
El eco de su voz quedó impregnado en las calles que tantas veces recorrió, en las piedras seculares que fueron testigos silenciosos de sus afanes y esfuerzos por impulsar una obra que era de Dios.
Su recuerdo ha quedado grabado, para siempre, en tantas personas que la conocieron en vida o que nos hemos encontrado con ella a quien la reconocemos como madre, amiga y maestra.
Buscar la voluntad de Dios y cumplirla es su legado. Esa certeza de que, para comenzar a vivir, era necesario morir, se transformó en seguridad en su tránsito final.
Su modo de orar, relacionarse, educar, amar, comprometerse, ser reflejo del amor de Dios… es nuestra inspiración, humus fértil que nos configura en su espiritualidad. Ella, servidora humilde de lo posible, nos muestra el camino de una vida sencilla, silenciosa y apasionada que cultiva el misterio de lo imposible.
En este 9 de agosto de 2023, nuestro recuerdo agradecido por su vida, su obra y su legado.
¡Que santa Cándida María de Jesús interceda por nosotras ante el Padre
para que nos conceda la gracia de avivar en nuestro corazón la pasión por Jesús
y el entusiasmo por anunciarlo!
Mª Rosa Espinosa FI