Desde hace más de dos décadas, la Fundación de Ayuda Solidaria Hijas de Jesús (FASFI) ha estado llevando a cabo proyectos orientados al fomento del desarrollo social y humano en varias partes del mundo. Inspirada en el sueño de Santa Cándida, la fundación presta su apoyo a comunidades vulnerables en su lucha contra la desnutrición, la promoción de la educación, el acceso a servicios básicos, el refuerzo de capacidades, el impulso de la igualdad y la justicia social, centrándose especialmente en la protección de la infancia, la juventud y la mujer.
Con la tregua que parece estar dando la pandemia, Ana Muñoz, responsable de proyectos de FASFI, ha viajado recientemente para adentrarse en los lugares donde dicha entidad opera, con el fin de conocer de primera mano la realidad y el contexto en los que se llevan a cabo. “Viajar a terreno es importante para comprender, promover y transmitir adecuadamente lo que en ellos se hace y dimensionar el impacto de nuestras acciones”, asegura Ana. En concreto, ha comenzado su recorrido en América Latina, visitando Bolivia y República Dominicana. Durante la celebración de la Semana FASFI, hemos tenido la oportunidad de conversar con ella y conocer con más detalle sus experiencias allí.
Tal y como ella misma nos cuenta, el primer viaje a terreno fue a República Dominicana, junto a Pablo Zimmermann, gerente de FASFI. Allí, la fundación apoya de forma recurrente tres proyectos enfocados en reducir la desnutrición entre la población del Valle de Elías Piña, especialmente de niños, mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, a través de un programa de acompañamiento y formación a las familias. También colaboran en el transporte de los maestros a la escuela de esta misma zona y en Santo Domingo y Santiago de los Caballeros, un proyecto de apoyo y formación a las familias más vulnerables de los barrios marginales de estas ciudades. Para 2023, también colaborarán con la construcción de un aula para la educación infantil en la nueva escuela situada en El Valle.
“Ver de cerca los proyectos y las actividades que de ellos emanan te termina influyendo en la percepción que tienes previamente de ellos. No es lo mismo leer un informe sobre ellos, sin más, que poder vivirlos y contextualizarlos”, explica Ana. Luego aclara que, desde entonces, su percepción ha cambiado. Conocer de cerca estas realidades le ha ayudado a comprender los retos y dificultades que representa su implementación, pero también los logros que se han ido consiguiendo con el tiempo.
Para Ana, fue realmente impactante conocer las comunidades que habitan en El Valle de Elías Piña, una zona en la que reina la precariedad. Las familias viven en condiciones de hacinamiento en viviendas muy endebles, sin acceso a servicios básicos como luz, agua y saneamiento básico. “Es una población completamente marginada con respecto a otras zonas de la propia provincia, incluso del propio municipio”, confiesa.
Además, su visita a Joca, una comunidad en medio de las montañas sin cobertura móvil ni conexión a internet, tampoco les dejó indiferentes. Allí se desarrolla un proyecto educativo muy inspirador que están acompañando las Hijas de Jesús: “Nos permitió vivir unos días de desconexión total y visualizar nuevas ideas de trabajo a futuro”.
La experiencia en Bolivia fue radicalmente diferente pero igual de enriquecedora. Esta vez, Ana viajó con Beatriz Concejo, responsable de comunicación y sensibilización de FASFI. Tal y como asegura, allí las recibieron con una fiesta de bienvenida que organizaron los jóvenes del internado de Buen Retiro, con bailes típicos y actuaciones para enseñarles su cultura.
Durante unas semanas, Ana pudo conocer de forma detenida los proyectos e interactuar con la gente, además de resolver algunas dudas y definir formas de trabajo con la comunidad de las Hijas de Jesús y enlaces FASFI allí presentes. Los proyectos que aquí impulsa FASFI se desarrollan en entornos rurales y urbanos, y la población atendida es muy diversa, trabajan con niños, adolescentes y mujeres adultas. Una comunidad de Hijas de Jesús muy comprometidas con las personas que acompañan, al igual que las Hermanas de República Dominicana, que se implican y trabajan de cerca, mano a mano con la población que acompañan.
Allí pudieron conocer los cuatro proyectos que FASFI apoya en Bolivia: el internado mixto de las Hijas de Jesús en Buen Retiro (Capinota, Cochabamba), que acoge a jóvenes de 12 a 17 años que desean seguir estudiando la educación secundaria en un instituto de la red de escuelas de Fe y Alegría; en la ciudad de Potosí, al grupo de mujeres artesanas “Mujeres que tejen vida” que, a través de la formación y acompañamiento, crean productos textiles para generar ingresos complementarios para la economía familiar, el proyecto “La alegría de compartir y crecer jugando”, que a través de actividades lúdicas y socioeducativas atiende a un grupo de 60 menores, de 4 a 12 años, durante los fines de semana; y en Montero (Santa Cruz), un proyecto que promueve y garantiza el derecho y acceso a la educación de niños y niñas de primaria y secundaria a través de becas escolares.
“Salir de tu entorno y vivir, aunque sea por un corto espacio de tiempo, en una realidad y contexto tan distinto como se vive en los lugares donde FASFI está presente a través de sus proyectos, te hace ver la vida desde otra óptica, aprendes más sobre el mundo que te rodea, conoces nuevas comunidades, personas, organizaciones y realidades al mismo tiempo que te conoces a ti mismo”, confiesa Ana. Además, afirma que, desde entonces, ha aprendido a apreciar cómo las acciones diarias y simples que realiza pueden generar un gran impacto y marcar la diferencia para otras personas.
¿Cómo son las Hijas de Jesús que se encuentran allí? Ana no lo duda ni un segundo: “Son fuertes y dedicadas. Contagian su entusiasmo y compromiso con la población que acompañan”. Sus iniciativas están dirigidas a acompañar y mejorar las condiciones y la calidad de vida de las personas, con un claro enfoque en garantizar el derecho y acceso a la educación de la infancia y la juventud, y la protección de los derechos humanos de todas las personas. Asegura que en ambos viajes se sintió completamente arropada y cuidada por ellas. Todas ellas se desvivieron para que su estancia fuera lo más provechosa posible, conociendo los proyectos, la vida y la cultura del país, además de disfrutar de espacios y momentos de conocimiento mutuo y de compartir ideas y proyectos de futuro.
Ana vuelve feliz, motivada y con muchas ganas de trabajar para poder favorecer el desarrollo humano y social de tantas personas y comunidades en el mundo. Sueña con seguir arrojando luz a través de los proyectos y continuar cargando al mundo de esperanza. Y sabemos con certeza que así será.