Comenzamos el encuentro con ilusión por vernos y, esta vez, presencialmente. Poder hablar, tener una cercanía distinta a la que nos ofrece la pantalla de un ordenador, genera un ambiente cálido y próximo.
Empezamos el día “acompañando en el taller a San José “, situándonos en su sencillez y acogida, en su trabajo artesanal y sintiendo cómo Dios trabaja también en cada una de nosotras. Utilizamos para esta oración, además del texto, un trozo de plastilina, blanda, manejable. Y, mientras orábamos, dejamos que nuestras manos le fueran dando forma. Dejamos que el corazón llevara a las manos lo que sentía y, casi sin darnos cuenta, ese trozo de plastilina fue tomando distintas formas: un corazón, una vasija, un arco, una mesa con sillas, una flor, una mano abierta sosteniendo un corazón… toda una variedad de símbolos que nos introdujo en la dinámica del día.
Por la mañana, nos acompañó Cristian Figueroa fundador de Tejeredes, que es una metodología en torno al trabajo en red y sistemas de articulación colaborativa donde los seres humanos son el eje central. Propuso un taller a través del cual tratamos de algo tan bonito como el tejer conversaciones. Crear puentes de amor y colaboración. Saber que nuestras vidas están sostenidas por conversaciones y, algo importante, tomar conciencia de nuestro cuerpo.
Las conversaciones siempre pasan por nuestro cuerpo y el lenguaje nos permite tejer, comunicar y tomar acción. Según el aprendizaje, nuestro cuerpo va a reaccionar de una u otra forma, y las emociones son los ropajes que nos colocamos. Cuando todo esto se combina, nos invitan a conversar.
El lenguaje nos condiciona el día. Pero hemos de ser conscientes desde dónde nos comunicamos: desde el amor que es la aceptación del otro, o desde el ego que es la negación del otro. Desde ahí nos preguntamos ¿Cómo tengo el cuerpo? ¿Cómo están mis emociones?


Con todas estas pinceladas fuimos tomando conciencia, a través de pequeñas dinámicas, de que ponernos en movimiento hacía también que nos diésemos cuenta de lo que estaba ocurriendo, o mejor, lo que ocurre en nuestro día a día. Hemos de soltar ese poder que a veces no nos hace situarnos bien con los demás y confiar en los unos y los otros.
Por la tarde continuamos nuestro trabajo. La reflexión personal, el compartir en grupo, la escucha serena, el diálogo de todas las participantes nos ayudó a ser conscientes de cómo nos situamos en nuestra realidad concreta, en los colegios en los que educamos, en la manera de estar como Hijas de Jesús.
El trabajo no se agotó el sábado, sigue abierto, seguimos en camino intentando tejer nuestra red para que nos vaya ayudando a escuchar, caminar de un modo más circular y crecer desde nuestro ser de Hija de Jesús educadora.
Rosa Orts FI