Mª CArmen Delgado, participante de la experiencia Encontrar alegría en Bolivia, comparte su experiencia:

A poco más de un mes desde que volvimos a España, habiéndome instalado un poco más en la rutina, en el trabajo y habiendo dejado reposar la Experiencia de Bolivia, me atrevo a escribir acerca de lo vivido este verano en lo que, para mí, era un país totalmente desconocido.

Habiendo dejado transcurrir estos 30 días más concretamente me doy cuenta de los frutos que la experiencia de “Encontrar Alegría” ha suscitado en mí, cómo ha conseguido transformarme, dar respuestas a preguntas que no sabía ni yo misma que llevaba, cambiar y reorientar mi mirada, reconectar con lo esencial y lo sencillo y reencontrarme con un Jesús que estaba deseando salir a mi encuentro, darse y entregarse en otros y en todo. ¡Qué fácil se hace verLe, reconocerLe y sentirLe cuando todo y todos hablan de Ti y cuando todo se dispone para ello: el silencio, la paz, los encuentros, el tiempo…

Aunque por ahora haya puesto nombre a lo que creo que Bolivia me ha aportado, sé que conforme vaya saboreando, gustando, releyendo y re-cordando la experiencia, irán saliendo más y más frutos, porque ha sido tiempo de agradecer, de acoger y de aprender a manos llenas. Me atrevo a decir que ha sido un aprendizaje para toda la vida y una experiencia a la que siempre volver. He vuelto con la maleta llena de vivencias y experiencias dispuestas a dar respuestas a lo que ahora me tocaría afrontar. Y, aunque resulte difícil en medio de la rutina volver a conectar y cuidar lo vivido, sentido y experimentado, siento que el Señor se sigue sirviendo de esta experiencia para mostrarme el camino y cómo llevar a la práctica todo lo vivido. Vivo este momento de vuelta con paz, fortalecida en y con el Señor, ilusionada, con ganas y expectante ante la novedad, porque, si algo tengo claro, es que Bolivia me ha transformado.

Creo que todos los frutos que pueda sacar de la experiencia ha sido posible gracias a algo que ha sido fundamental en todo este tiempo el sabernos y sentirnos comunidad, que empezamos siendo 10 y acabamos siendo, no sé cuántos… porque la experiencia la hemos formado entre todos los que nos hemos cruzado durante estos 34 días. Sentirnos en salida y disponernos a los encuentros es un regalo donde Dios se nos ha regalado. Por eso, para mí, la experiencia en Bolivia sería sinónimo de ACOGIDA, porque así me he sentido cada día. Acogida por las hermanas, las distintas familias que visitamos, otros voluntarios, los chicos del internado, los alumnos y profesores del colegio con quienes compartíamos las mañanas… Así resultaba fácil el sentirse hermana, vivir en fraternidad y sentir que el Evangelio y el trabajo por el Reino tiene sentido y merece la pena ser vivido.

Siento que de mi experiencia en Bolivia he podido aprender a cuidar, a querer, a estar, a disponerme sin tener muchas certezas, a adentrarme en una cultura diferente y arriesgar el corazón para amar y dejarme amar. Y todo ha sido posible gracias a todas y cada una de las personas que han hecho posible que la experiencia se sucediera así: los testimonios, las realidades de cada uno, las distintas formas de vivir la fe, la sencillez de sus vidas, la responsabilidad, el trabajo, el esfuerzo, el cuidado y el cariño entre ellos, la familiaridad aún siendo diferentes, la disponibilidad para ayudar, la generosidad, la gratuidad y el agradecimiento en todo, el tiempo dedicado, invertido, compartido y entregado generosamente, las ganas de aprender, el valor de lo recibido y el compartir entre todos, sentirse todos parte imprescindible de esta gran familia…

Tener la oportunidad de haber vivido este tiempo así en medio de lo que, podrían haber sido las primeras comunidades cristianas, me ayudaban a tener a Jesús en el centro de la experiencia y ver que una vida desde el Evangelio, con Él, por Él y para Él puede tener sentido. Porque apostar por una vida así merece la pena.