En esta tierra catalana, estos días la naturaleza nos está regalando señales de vida, señales de que la primavera está muy próxima. La zona de Lleida, de grandes extensiones de árboles frutales, nos ofrece imágenes que nos llevan al asombro y al agradecimiento por la floración, tan rica y diversa. Es también la esperanza de muchos migrantes, temporeros, por la posibilidad de ese trabajo que tanto lo necesitan para una vida más digna.

La comunidad de Hijas de Jesús en Cataluña, ubicada en las casas de Badalona –Barcelona- y Alcarràs –Lleida-, también ha “sentido y gustado” las señales de vida en lo compartido con Graciela Francovig, Superiora General, y Sonia Regina, Consejera General, con su visita, con su acompañamiento, su escucha y aliento de vida.

Han sido días de convivencia, de poder conocer “el contexto real” en el que estamos viviendo nuestra vocación, de poder hablar con las personas con las que compartimos la misión, de poder ver y escuchar estas realidades, que son las voces a través de las cuales percibimos las llamadas constantes del Señor, aquí y ahora. En sus palabras y gestos hemos sentido que estamos colaborando en hacer vida lo que la Determinación nos ha puesto como horizonte.

Como la naturaleza experimenta la energía del sol en la primavera, nosotras experimentamos que la misión es la energía que renueva nuestra vida. La visita de Graciela ha sido la oportunidad de sentir la primavera del Cuerpo en el compartir de los caminos que seguimos haciendo las Hijas de Jesús en los distintos lugares en donde vivimos, el envío universal, vida renovada por el aleteo constante del Espíritu en las que se dejan hacer por Él.

Desde la experiencia de pobreza, hemos disfrutado al percibir los brotes nuevos que se van dando, los nuevos estilos de vida que siguen aflorando, y nos sentimos invitadas a colaborar en el Buen Ser y proceder de la entera Congregación. Esa savia nueva que traen las nuevas generaciones en tan diversos países, quisiéramos saber compartirla desde lo que en nuestra propia vida el Señor nos ha ido regalando, y sigue haciendo en nosotras y con nosotras.

Gracias, Graciela y Sonia, porque habéis sido paso de Dios y nos habéis ayudado a percibir nuestras debilidades y fortalezas. “Sentimos y gustamos” que Dios cuenta con nosotras en la evangelización de los pueblos, y nosotras percibimos la necesidad de dejarnos evangelizar.

Y de camino a Badalona, el paso por la Cova de San Ignací en Manresa, era una llamada acuciante a la que no podíamos quedar sordas. Y allí, juntas, con dos compañeras del Colegio de la Asunció que vinieron a buscarnos, nuestra oración fue todo un símbolo de nuestro gran deseo de unión laicos- educadores-Congregación, bebiendo de la misma fuente.

El día lluvioso no nos permitió ver las montañas escarpadas de Monserrat, pero bajando la vista se extendía el río Cardoner, lleno de resonancias para nosotras. Pudimos también imaginarnos a San Ignacio, caminando por el puente que cruza el río, con los primeros rayos de sol, el corazón encendido y vestido de saco después de haber depositado las armas a los pies de la Moreneta.

Esta breve contemplación nos invitó después a tocar nuestra realidad de Badalona. El coche iba por calles y más calles, cuyos edificios sabíamos plagados de inmigrantes de toda nacionalidad, luchando por una vida más digna, y la mayor parte hacinados en habitaciones insalubres.

Al día siguiente, la Eucaristía con el jesuita Isidre Ferretè y con compañeros del colegio, nos despertó a una realidad luminosa. Descubrimos, como los de Emaús, que Jesús había estado presente en todo momento durante estos tres días compartidos en comunidad con nuestra hermanas,  Graciela Francovig y Sonia Regina, del gobierno General, que está siempre presente ahí donde se construye fraternidad.

Comunidad de Cataluña