MADRID

El pasado día 2 de abril, fecha destacada dentro de la Familia Madre Cándida, las hermanas de las 3 comunidades de Madrid (conformadas por un total de 7 casas) se juntaron en la Inter en un encuentro. En él unieron tres celebraciones: la Pascua de Resurrección, la Inspiración del Rosarillo (a los 149 años de aquel 2 de abril de 1869 se abre un Año de Memoria que nos conduce hacia el 150 aniversario) y la convocatoria de la Congregación General XVIII (más información en el siguiente enlace). 

   

Fueron más de 40 las Hijas de Jesús que se reunieron esa tarde, desde las hermanas en formación del Juniorado hasta aquellas que se encuentran en la capital realizando diversas tareas apostólicas. Fue un tiempo para la oración pausada y tranquila, para poder hacer experiencia del Resucitado, escuchando y compartiendo lo que se mueve en el interior de cada una tras la contemplación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y todo ello conectado con la conmemoración del día y el momento congregacional de convocatoria de la CG XVIII.

El encuentro con el Resucitado puede darnos la fuerza necesaria para desplegar la vida que llevamos dentro de nosotras. Por eso, el encuentro con Jesús puede cambiarnos la vida, porque nos ofrece una luz nueva para mirarla, un nuevo ángulo, una nueva perspectiva, una nueva comprensión… y nos hace un envío personal, único, mío, dador de vida y generador de comunión allí donde estemos. 

Hoy, 2 de abril, empezamos un Año de Memoria. Queremos hacer memoria de la Inspiración del Rosarillo. Memoria que ayude a crecer en esperanza hacia el futuro, que nos abra al mañana que, como el pasado, será obra de Dios en la medida que nos dejemos mover por Él, en la medida que elijamos aliarnos con su Espíritu. 

El mundo y el carisma necesitan recibir colores nuevos, acomodados a lo que piden las diversas circunstancia de tiempos, lugares y personas (CFI 328). Abrámonos a descubrir, desde nuestra realidad personal, congregacional y social, a qué nos está invitando Dios a cada una y como Cuerpo. 

Tras la oración, en la que se leyó la carta circular de la Superiora General de convocatoria de la Congregación General XVIII, y la entrega del libro «Perlas Escondidas en las cartas de la Madre Cándida», de Antonio Grau,  continuaron la celebración en torno a la mesa. 

 

GRANADA

La Comunidad de Granada se reunió el 1 de abril, domingo de Resurrección, a celebrar con gozo la Pascua.

Por la tarde, en un tiempo de oración,  dieron comienzo al Año de Memoria de la inspiración del Rosarillo, poniendo en manos del Señor la próxima CG XVIII que ya, desde ahora, nos disponemos a vivir.

Se simbolizó  la “llave” de apertura dibujada en un panel donde, en un momento de la oración, las hermanas depositaron alrededor aquellas actitudes que cada una considera que necesita potenciar para disponerse a vivir este momento congregacional.

En el llavero conmemorativo cada una colgó  “su llave” –un corazón- que puesto en manos del Señor, está dispuesto a abrirse al querer de nuestro Padre Dios.

 

 

 

BURGOS

Las hermanas de Burgos también se reunieron para acoger juntas la convocatoria de la próxima Congregación General.

Dos de abril, memoria del Rosarillo: imagen de la Trinidad que se vuelca  en nosotros, que se acerca en el “pequeño” que viene caminando entre José y María, ante sus miradas y las de sus antepasados, “una nube de testigos” del Dios que no deja de acercarse. ¿Qué viviría Juana Josefa? De aquella experiencia surgió una comunidad con el nombre de Jesús. En el Rosarillo, Jesús, caminando,  es el centro. Y es como si el retablo continuara en las Hijas de Jesús, también en camino… hacia unas partes y otras del mundo.

En Burgos -paso anterior al del Rosarillo en aquel camino que iba haciendo Juana Josefa- como en otras partes del mundo, ciento cuarenta y nueve años después, se reunieron para rezar por quienes hoy están llamadas a dar nuevos pasos. De su celebración comparten también las siguientes líneas: 

Si miramos a un lado y otro también hoy vemos a laicos –como lo eran José, María, Joaquín, Ana- que se sienten fortalecidos en su fe por esa misma experiencia de Juana Josefa, de un Dios que es Padre y que en Jesús no deja de acercarse… Llamados también a continuar esos pasos de Jesús.

Pusimos en el altar los signos de este momento: el llavero y las “perlas” de sus cartas, que nos llevamos como recuerdo. Agradecemos estos signos, con mención especial a Antonio Grau. Teniendo entre nosotras a Teresa Lucía, podéis imaginar nuestra gratitud a ella y el abrazo final que algunas no se resistieron a darle.