Parece evidente que el bien del otro me hace bien a mí. Promover el bienestar de tu pareja sería entonces una actitud inteligente. Y entonces, ¿por qué a veces sentimos envidia del otro? ¿por qué nos ponemos tristes cuando recibe una felicitación, una recompensa, un agradecimiento, un gesto de cariño…y yo no?

Sencillamente porque muchas veces nos situamos en el ombligo del mundo y nos parece que el éxito de la otra persona también se debe, en alguna medida, a nuestra generosidad, presencia, empuje, consejo, etc los cuales no siempre son valorados en su justa medida. ¿Pero qué medida?

Vivir así una relación, midiendo a cada paso lo que pone uno u otro, nos llevaría a un imposible punto donde la frustración se haría presente en cualquier iniciativa, actividad, propuesta…

Vivir en cambio, el éxito del otro como tu propio éxito produce el fruto de la armonía y la alegría compartida, porque el bienestar (del otro) da una base de sólida confianza en la pareja, algo que permite crecer a ambos y dejar que, en otra ocasión, sea yo el que también experimente y disfrute el éxito acompañado y alentado por el otro.