Hacer memoria significa para mí volver a pasar por el corazón la escena de El Rosarillo. Mirarlo con ojos nuevos porque cada año no se repite tal cual sino que se añade otra perspectiva.

¿Cuál es la de 2018? 

Desde la realidad del mundo:  la ausencia de paz,  la marginación y exclusión de tantos seres humanos,  la falta de posibilidades de educación… desafíos inmensos para quienes nos llamamos “hijas” y “hermanas”.

Desde nuestra familia religiosa,  tiempo de Congregación  General,  ocasión de atrevernos a caminar a la luz de la Ruah,  presente en el retablo que nos convoca,  dejando esquemas que han perdido su luz y brillo y requieren ser renovados.

Arriesgarnos a volar alto,  a re-novar la vida desde la raíz con lenguajes y modos nuevos,  a re-encantarnos con nuestra vocación,  a beber de manera nueva el agua fresca del carisma.

Sumarnos con laicos y laicas, -ya vamos formando un todo con vocaciones diversas-,   ocasión de aprender caminos nuevos,  de abrir puertas para que  respiremos todos un aire de familia y que nos empuje más y más a la misión compartida.

Congregación General XVIII,  desde este momento miramos el futuro con esperanza,  nos disponemos,  preparamos el corazón  para hacer fuerza juntos. Participar con empeño en la preparación y en el desarrollo de la misma,  con mirada universal,  nos devolverá un carisma firme en sus raíces pero adaptado a modos y lenguajes de hoy y sobre todo de mañana.

Es una gracia que arranca en El Rosarillo y perdura,  esa misión única,  la de Jesucristo,  que nos con-voca y nos envía con las dos manos dispuestas para apoyarnos mutuamente y manifestar a nuestro paso el amor de Dios Padre y Madre que nos hermana.

María Luisa Berzosa fi

Entrevías – Madrid