Con las palabras del título, nombre familiar con el que todos llamaban a Mª Antonia Bandrés, recibe Antoñita el momento final de su vida. Certeza esperanzada, anhelando, espera su muerte; en la cruz de la enfermedad, cantando la canción que aprendiera en su querido colegio de Tolosa.

“Virgen hermosa, Madre querida,

tuya es mi vida, vela por mí.

Y cuando logre dejar el suelo,

llévame al cielo cerca de Ti…“

 

El Dr. Villalobos la atiende solícito en su enfermedad. Queda desconcertado.

Avezado en estas lides, queda  impactado por la actitud de esta joven religiosa de 21 años, ante la muerte.

Y lo comenta con sus amigos: Antxón Bandrés, tío y padrino de Antoñita, por quien ofreciera su vida; Miguel de Unamuno, tan atormentado por el sentimiento trágico de la vida; Indalecio Prieto, político renombrado; Marcelino Domingo. Algo serio debe transmitirles el Dr. Villalobos sobre el misterio de muerte y el más allá que escapa a toda pretensión filosófica o ideológica.

Les deja inquietos y descolocados. Y quieren verla… Atravesar y palpar empíricamente este duro y fatal trance. La clausura monástica, observada por Antoñita, impedirá el encuentro. Ahí les quedará, sin embargo, su legítimo y profundo cuestionamiento.

Esa “dulzura” en el morir no fue, por tanto, la tónica de su vida. Al contrario:

“Sí, muero muy contenta. Durante mi vida todo ha sido para mí duro, frío, seco. A mí no me ha regalado Jesús con sus caricias, pero ahora todo es paz… Siento una alegría intensa… Estoy rebosando de consuelo. Siento que la Virgen está a mi lado, que Jesús me ama y yo le amo”.

Antoñita llega Mostenses, Noviciado de las Hijas de Jesús, a los 17 años como fruto ya granado.

Había germinado en una familia feliz, segunda de quince hermanos, hijos de  Don Ramón y Dña.Teresa. De raíces cristianas muy hondas. Se tomaban en serio la vivencia de la fe y compromiso social: casi niña, acompaña a su madre en las periferias de Tolosa en favor de las obreras del Sindicato… hasta la empleada de hogar entraba en el compromiso.

Y la semilla va reverdeciendo; educación de su niñez y juventud en el colegio de San José, que tantas lágrimas costaron a la Madre Cándida. En aquel claustro, le auguró: “tú serás Hija de Jesús” .

Y sólo algo más de tres años permanece dentro de la Congregación; en periodo formativo la mayor parte. Pronuncia sus Primeros Votos el 31 de Mayo de 1918 y el 27 de Abril pasa ya a la otra orilla. Escaso tiempo necesita; el estío cálido del carisma “jesuitino” termina de madurar aquella semilla que había  germinado en el calor y cariño familiar y se hizo fuerte en el colegio de San José de Tolosa.

De tal manera que la Iglesia la reconoce beata al mismo tiempo que a la Madre Cándida. Cuando asistí a la Beatificación, se me ocurría, que al reconocer la Iglesia la vida santa de la Madre Cándida, quedaba también reconocido el fruto de su misión, la educación cristiana de la niñez y juventud, en la persona de Antoñita. Fue más tiempo colegiala que religiosa. Nos llegó ya, casi como fruto granado.

Su misterio pascual coincide en la  liturgia del MISTERIO PASCUAL.

Ella lo vive sencilla y profundamente: “¡Qué dulce es morir en la vida religiosa!”.

El Dr Villalobos comenta: “Con un “hasta mañana” me despedí angustiado, de la H. Antonia, quien me contestó risueña, con un ”hasta el cielo”.

Y sigue contando que al salir del Noviciado, su amigo, Miguel de Unamuno, le estaba esperando para dar un paseo. Aventuro qué hablarían. Y me pregunto si no quedarían cuestiones y dudas y cavilaciones y respuestas y sentimientos y anhelos… en aquel cuaderno escolar en donde Unamuno vertía su espíritu en un alarde de honestidad confidente que sólo escribía para sí… pero, descubierto, fue publicado en 1969, bajo el título de “Diario íntimo” .

¡Antoñita!, llegaste hasta la cumbre. Y “de hacerlo, hacerlo entero”. A Natalichu le promestiste “agua para regar las flores”.

Échanos, pues, una mano en esa tu esperanza-certeza, mientras toda la Familia Madre Cándida hacemos camino hacia Emaús.

 

Teresa Zugazabeitia F.I.

Tolosa

 Los datos remiten a “Sacrificio de un  Angel” José Julio Martínez y a un artículo escrito por Anna- María Cinco F.I.

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