“Son días de gracia, días en que el alma está a solas con su Dios” (Santa Cándida, c. 22)

Y así, de la mano de la madre Cándida y dejando atrás “el ruido” de un curso recién concluido, dejando atrás memorias, reuniones y notas, nos embarcamos en la experiencia de los Ejercicios Espirituales.

Llegamos desde toda la geografía española, de nuestros colegios de Pontevedra, Stella Maris de Almería y María Virgen de Madrid, y no ha sido casualidad que Dios nos convocara a esta casa de Salamanca, en la que, con verdadera emoción, hemos vivido
entre sus paredes físicas y espirituales, donde Santa Cándida vivió y en la que reposan sus restos. Nos hemos sentido en todo momento “protegidas” por el amor concreto de las hermanas, y hemos formado parte de su historia orando en la capilla de “Antoñita”, o recorriendo el claustro en el que se nos guiaba por la historia de la congregación.

Se trataba de parar, hacer silencio y adentrarnos en nuestro interior, en la experiencia de mirar cara a cara en nuestra vida y con nuestras circunstancias concretas, al Dios de la Vida, “manifestado en Cristo Jesús” (Rm.8,39).
Y así, partiendo de la experiencia de san Ignacio, y a la luz
de su enseñanza, se nos invitaba a examinar nuestra vida, pidiendo conocimiento interno y dejándonos transformar, “para que más le amemos y le sigamos” (E.E 104).

“Contempladlo y quedaréis radiantes” (Salmo 34,6)

La contemplación y meditación de los misterios de la vida oculta de Jesús, su vida pública, su Encarnación, muerte y Resurrección, ha interpelado a nuestra vida y nos han ayudado a contrastarla con la suya. En el silencio y la oración, se nos ha invitado a “perforar” la vida, a “rehacerla” para ordenarla y así dar prioridad al único que puede dar sentido a nuestro vivir cotidiano.

 

“Contempladlo y quedaréis radiantes”- Ejercicios Espirituales en Salamanca.

Queremos dar las gracias especialmente a Julia y Flora que nos han acompañado en esta experiencia de Ejercicios. Gracias por su cercanía, por su dedicación, por tanto cuidado y amor concreto. Gracias a ellas, y a Carmen y Pilar, nos hemos sentido “en casa”. La Madre Cándida tiene que sentirse orgullosa de estas hermanas que tan fielmente nos han acompañado.

Y en definitiva. ¿Cuál ha sido la experiencia de cada una de nosotras?

Experiencia que puede resumirse en la alegría del reencuentro con Jesús y María. Hemos hecho nuestra la “suave reprimenda del Señor a Santa Cándida” en la que le pedía confiar en Él, ya que “quien te dio el deseo, te dará también el poder y la gracia” , o las palabras del Señor a Isaías: “he aquí que en las palmas de mis manos te tengo grabada; delante de mí están siempre tus muros” Is.49,16), que nos ayudan a creer y esperar en su amor infinito hacia cada una de nosotras.

Hemos querido también ser como María a los pies de Jesús
para escuchar su Palabra y dejarnos transformar por ella. Necesitábamos este tiempo de silencio para detenernos, bajar nuestro nivel de estrés y aprender a no dejarnos arrollar por las prisas y el activismo. Necesitábamos darnos cuenta de que “nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1Cor.6,19) y como tal hay que cuidarlo y considerarlo. En definitiva, a darnos cuenta de que Dios tiene sus tiempos para cada una de nosotras.

Damos inmensas gracias a Dios y a la Fundación Educativa Jesuitinas, que han posibilitado estos días. Ojalá que la experiencia vivida perdure en nosotras, y así “todas nuestras intenciones, acciones y operaciones sean ordenadas a su alabanza y servicio” (EE 46).

 

Montserrat Olmedo, colegio María Virgen