Tras años de aprobación diocesana de las Constituciones, el 30 de agosto de 1902 viaja a Roma para defender el espíritu ignaciano que contenía su texto original. El 18 de septiembre, León XIII las aprueba ad experimentum.
Tras años de aprobación diocesana de las Constituciones, el 30 de agosto de 1902 viaja a Roma para defender el espíritu ignaciano que contenía su texto original. El 18 de septiembre, León XIII las aprueba ad experimentum.