El próximo domingo los cristianos celebraremos la jornada mundial de oración por las vocaciones.

Todos los cristianos estamos llamados a profundizar en la vocación. No es algo ajeno a nosotros, todo lo contrario, es parte de nuestra vida. La vida es vocación, somos vocación.

Me encanta esto que expresa Carmen Márquez Beunza en la revista Sal Terrae  [104 (2016) páginas  759-772]:

“Todo ser humano es convocado por Dios a la existencia, (…) Tenemos, por lo tanto, una vocación primera a la vida. Dios creador nos ha llamado a la existencia y nos concede el regalo de la vida. En la perspectiva de la revelación bíblica, Dios asocia al ser humano a su acción creadora, pues somos llamados a ser buenos administradores de esa vida que se nos ha dado como un don y a contribuir en la creación continua del mundo y es en ese ser creado a imagen de Dios y estar llamado a una comunión con él donde reside la dignidad del ser humano”.

Más adelante nos dice:

«Sentir vocación hacia algo es sentirse llamado por una realidad valiosa a realizar en la propia vida. Implica no tanto hacer lo que queremos, cuanto descubrir aquello que estamos llamados a hacer.»

Independientemente del momento vital y existencial que nos encontremos, vivamos la vida como vocación. Y en la medida de lo posible, ayudémonos unos a otros, sobre todo a los jóvenes que están en búsqueda.

Pensando en ellos, me viene esta aportación de Fernando Rivas en el libro “La experiencia espiritual de Jesús” (pgs 186-187) : 

“QuY tú que buscaserámoslo o no, los seres humanos estamos obligados a elegir nuestra vida: o ser lo que realmente queremos ser o ser lo que otros quieren que seamos. No estamos ya hechos desde el principio, sino que vamos haciéndonos según las decisiones que vamos tomando.”

La vocación es una llamada a hacer fructificar los talentos que cada uno tenemos, a realizar nuestra misión en el mundo (proyecto de vida): ser artesanos de nuestro propio destino. Por eso cada llamada es diferente y peculiar: tiene una historia personal, única e irrepetible.

La llamada le llega a la persona a lo largo de su vida cotidiana. De ordinario actúa sirviéndose de intermediarios: las demás personas, el entorno donde uno se mueve, las circunstancias concretas, las instituciones… Necesitamos de otros para vivir la vocación. De esta manera, aunque toda llamada es personal, está abierta a lo comunitario, a lo social»

Dediquemos una jornada para reflexión y oración. ¿En qué momento del proceso vocacional nos encontramos? Ahora que estamos en tiempo pascual, podemos dialogar con el Señor sobre la pregunta: ¿Cómo va lo nuestro? ¿Cómo y a qué me llamas en la vida cotidiana?

Pakea Murua fi