Cuarta parte de la reflexión que Mª Teresa Pinto hace a partir de las respuestas recibidas en la encuesta a los laicos cercanos a las Hijas de Jesús. Hoy: La obra del Espíritu en nuestra historia. 

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Sobre la encuesta (IV)

La obra del Espíritu en nuestra historia

Hay quien ha afirmado recientemente que “no hay sequía sino mutación vocacional” (J. Pikaza), cual no justifica un “dejarme estar” que en nada tiene que ver con la pasión evangélica. Todo lo contrario, nuestro tiempo encierra una profunda llamada a volver al evangelio.

Frecuentemente reconocemos “con pena”, o nostalgia, el estado minoritario de los religiosos (que dice muchas cosas, pues la realidad es siempre compleja). No reconocemos ni nos atrevemos a descubrir el reto y la riqueza que contiene lo que por fuerza ha de ser “poco”, como la levadura… Así, hay alguna reflexión interesante sobre la vida religiosa como una “forma de vida sin forma” (Nuria Martínez Gayol). Alude a la actividad callada y oculta, profética, cualitativa, esperanzada…, de la levadura, poquita e invisible entre la masa.

El Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, que nos asiste en la historia, con ocasión del Concilio, “removió” las conciencias y emergió nuestro sentido de PUEBLO DE DIOS, del que el LAICADO es protagonista.

Y los siguientes avatares de la Historia -de la Historia de la Iglesia- nos han seguido removiendo, a veces en medio de gran oscuridad. Las Congregaciones no hemos visto de manera inmediata y como algo positivo el protagonismo de las vocaciones laicales, pues no ocurría lo mismo con nuestra forma de vida: el Espíritu nos ha conducido a nuestro estado minoritario y sapiencial (en sentido bíblico), el de los primeros siglos en la Iglesia (finales del s. III y IV). Jamás lo hubiéramos buscado…

Mª Teresa Pinto FI