Los números 97 y 98 de la Amoris Laetitia nos previenen contra la vanagloria.
Es curioso, porque siendo algo increíblemente extendido en nuestra sociedad, aunque lo reconocemos fácilmente en los demás, nos cuesta más hacerlo en nosotros mismos.
El peligro de la vanagloria no es solo el querer que los demás nos admiren, nos quieran, nos alaben, nos tengan en cuenta… Lo peligroso es que queriendo ser el centro, terminamos des-centrados, buscando ser la medida de todas las cosas. Y esa actitud nos lleva a que en nuestro universo, en el fondo solo cabemos nosotros mismos: Dios no tiene lugar, ni el otro, ni el mundo… Tarde o temprano, nos damos cuenta de que hemos perdido nuestro propio lugar de criaturas, de hijos de Dios, de hermanos. Y quedamos desubicados, desdibujados, siendo una sombra de nosotros mismos…
Contra este peligro, tenemos también en estos números, un buen antídoto que el Papa Francisco nos propone recordando el rumor de fondo del Evangelio:
“lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil”
Cuando tengamos dudas sinceras sobre si lo que vivimos, decimos, hacemos o sentimos va en la línea de Dios, preguntémonos si en definitiva nos lleva a comprender, a cuidar y a proteger al débil.