En esta Navidad se cumplen 800 años de cuando San Francisco quiso «ver con los ojos del cuerpo» el misterio de la Encarnación, y así creo el primer belén de la historia en Greccio. Según cuentan los Hermanos Menores de la Orden fundada por San Francisco, aquel lugar fue consagrado al Señor y en honor al conocido como “pobre de Asís” se construyó sobre el pesebre un altar y una iglesia.
El lugar, convertido en el santuario de Greccio, puede visitarse y cada año por Navidad se realiza una representación de un Nacimiento viviente en recuerdo de lo que ocurrió hace ya 800 años. También la Iglesia ha querido recordar esta fecha tan especial y el en la pasada Audiencia General, el Papa Francisco dedicó su catequesis a reflexionar sobre este primer pesebre.
El santo padre animó a los presentes a reconocer el belén como escuela de sobriedad. Además, reconoció que el riesgo de perder lo que cuenta en la vida es grande y paradójicamente aumenta precisamente en Navidad y se cambia el ambiente de Navidad.
«Inmersos en un consumismo que corroe su sentido, el consumismo de Navidad. Es verdad que si se quiere hacer regalos está bien, es un edmodo, pero ese frenesí de hacer las compras, eso atrae la atención a otro lugar, y no hay esa sobriedad de Navidad. Miraremos el pesebre, ese asombro frente al pesebre. No hay espacio para el asombro, solo para organizar las fiestas y hacer las compras, está bien pero, ¿con qué espíritu lo hago?».
También recordó de dónde procede esa extraordinaria alegría navideña.
«La alegría no viene ciertamente no de haber traído regalos a casa o de haber vivido suntuosas celebraciones. No, era la alegría que desborda del corazón cuando se toca con la propia mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios, que no deja solo, sino que con-suela. Cercanía, ternura y compasión, así son las 3 actitudes de Dios. Cercanía, ternura y compasión, y mirando al pesebre, rezando delante del pesebre, podemos sentir estas cosas del Señor que nos ayuda en la vida cada día».