Sábado, 16 de junio de 2018.  Retiro comunitario.  Con toda naturalidad la Comunidad había asumido que, por primera vez en la historia de la casa y quizá también en la historia de la Congregación, quienes iban a dirigirlo no era ni un jesuita ni una Hija de Jesús. Eran dos laicos. Es verdad que son laicos comprometidos con nuestro carisma, personas de orar al modo ignaciano, integrados de pleno en la gran familia  Madre Cándida. No se notaba por tanto en las Hermanas ni extrañeza ni inquietud alguna. Ni siquiera curiosidad ante esa innovación.
 
Por la mañana Miguel Ruano, en la sala de comunidad, nos dio unas pautas para la oración. La oración de la tarde, dirigida por Isabel Santos, quisieron que fuera en el oratorio de la Madre Cándida. Allí todos recordamos que, en tiempo de la Madre, eran dos las habitaciones que allí había. Cada una con su puerta  de entrada y su balcón hacia la huerta. En la primera tenía la Madre su habitación-despacho. Ahí recibía a las Hermanas. En la segunda, con entrada por el claustro, la Fundadora se encontraba con los laicos que acudían a ella en busca de orientación, consejo o amistad.
 
Eso era «ayer», «Hoy», -y esta es la novedad- ellos, Miguel e Isabel, y nosotras, las Hermanas de la comunidad, hemos entrado a la habitación de la Madre por la misma puerta. Todo un símbolo. En aquel ambiente de oración y de silencio, todos percibimos la mirada complacida de la Madre Cándida. Se la notaba contenta.
 
Mª del Carmen Cruz FI