245.   Dios, que nos convoca a la entrega generosa y a darlo todo, nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Alabado sea. 

“…y su amor nos lleva a encontrar nuevos caminos”. Esta frase me resulta especialmente evocadora porque muchas veces vivimos anticipando nuestro propio fracaso en las decisiones que tomamos, como si la presencia del Dios de la vida fuera algo testimonial, alejado de mi compromiso y de mi vida; el eco de una bonita leyenda; algo que se dice pero que realmente no creemos.

Por el contrario, la novedad, el misterio, la respuesta insospechada, son también realidades que se constatan en lo cotidiano, abriendo horizontes de participación y de sentido que hasta ahora eran inéditos y que se pueden percibir desde un corazón que se sabe en manos de una creatividad sin límites.

Quizás hoy nos resulte más fácil creer en un Dios muerto en una cruz por su forma de vivir que creer en un Dios que renace cada día en millones de gestos sencillos que nos apuntan a sostener la vida. Y sin embargo, en estos momentos, intuyo con fuerza que creer en esta verdad de un Dios que actúa constantemente en la realidad, desde un dinamismo amoroso insospechado, es lo que puede sostener nuestra esperanza.