Las del curso de renovación vamos a empezar hoy 6 de diciembre a profundizar la Laudato SI. De fondo tengo la mayor simplicidad, alegría, pobreza y felicidad de San Francisco; y como contexto contemplo la realidad boliviana que es simple, alegre, pobre y, yo creo, que también feliz.
En estos días estoy recordando mucho a Inés Laso y no sólo por ver su empeño y dedicación en alguna de nuestras obras aquí en Bolivia sino por recordar esas conversaciones que tuvimos las dos a lo largo de esos años de cercanía.
Cuando yo era postulante e iba a pasar al noviciado, Inés se vió conmigo para hacerme aquellas preguntas de las que se habla en el artículo 31 de nuestras Constituciones. Hubo un momento en el que Inés quiso señalarme mis cualidades y algunos aspectos que yo debía tener en cuenta para un futuro. Ella me dijo: “Pilar, tú eres una mujer muy simple, no haces problemas de las cosas y buscas en lo simple el camino más corto para andar por la vida”.
Yo la escuché pero no reconocí lo que me estaba diciendo. Primero, porque aquello de “simple” no me sonaba nada bien y segundo, porque yo me veía, como siempre me he visto, como una mujer autosuficiente, independiente, segura de mí misma y muy lejos de que mi vida fuera sencilla. Yo sólo tenía 20 años.
Sin embargo, se puede decir que estas palabras de Inés han marcado toda mi vida. Esta idea de dos contrarios, la simplicidad y la autosuficiencia, han sido mi campo de batalla de años y años. Dos extremos que jamás se han tocado ni podrán tocarse. Declaraciones de guerra que no podrán ser firmadas nunca por la paz pero sí por el Amor de Dios.
Yo le pedía muchas veces al Señor el don de la Humildad a través de esos tres grados que San Ignacio nos refleja en los números [164 – 168] de EE. Le pedía por lo menos alcanzar el primero.
Hizo falta tiempo, mucho tiempo, no para que el Señor se decidiera a concederme un don, el de la Humildad, sino para que yo reconociera el que Él había puesto en mí, el de la Simplicidad, y que yo no había sabido o querido darle valor. Estas sí son dos hermanas que se tocan. También aquí San Ignacio me ayudó con ese “QUIERO Y ELIJO” al que le da tanta fuerza en el [167]: “…quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo”. Se trata de una simple y sencilla opción personal. La de conceder el don no, eso se nos regala, pero la de abrirse a recibirlo, a reconocerlo, a considerarlo y a aceptarlo, sí. Siempre que sea para más imitar, servir y alabar a Dios nuestro Señor. Querer y elegir, así de sencillo.
Y así me sitúo yo ante la Laudato SI. No sé lo que descubriremos en estos días con Fray Francisco Conroy pero sí sé que colocarme a contemplar “la casa común” significa tomar opciones personales. Todo va a depender, partiendo del don de Dios, de lo que yo QUIERA Y ELIJA.
¿Tendré la suficiente capacidad para hacer mío lo que es de todos? ¿Sabré aceptar lo que Dios me propone para acercarme cada vez más a su Reino, un Reino que no es de este mundo, que se aleja del poder, de la riqueza y de todos los conceptos propios de los intereses humanos, los cuales yo no quiero y a los cuales se supone que yo he renunciado?
Ojalá que el don de la Simplicidad me ayude en todo esto.
Por favor, seguid rezando por nosotras.
Pilar García-Junco fi