En el corazón de santa Cándida y de cada Hija de Jesús, la Inmaculada tiene un lugar especial, es un día de fiesta, de conmemoración agradecida por el comienzo de nuestra Congregación.
El día 8 de diciembre fue el día elegido para comenzar aquel proyecto de Dios que había infundido como regalo en el corazón de Juana Josefa. Ese 8 de diciembre de 1871, quedó grabado en el corazón de santa Cándida y de las primeras Hijas de Jesús que compartieron con las siguientes generaciones esta devoción a María Inmaculada, nuestra patrona y protectora. Aquellas paredes de la casa de san José fueron testigos silenciosos del comienzo de un sueño educativo. El eco de las palabras del padre Herranz “llevando siempre por estrella de vuestros caminos a María Inmaculada. El nombre de Hijas de Jesús con que os ha conmemorado y la protección de la Virgen, son la garantía de vuestras esperanzas, el consuelo de vuestros trabajos y la corona de vuestros triunfos.” está vivo en cada uno de nuestros corazones.
En la iconografía congregacional, la representación de María Inmaculada expresa ese agradecimiento profundo a Dios por este carisma que regaló a la Iglesia a través de la persona de santa Cándida. En Salamanca, en el Espacio expositivo santa Cándida, tenemos esa presencia gráfica de María Inmaculada, expresión de otra más honda bajo el visible amparo y particular protección de la Inmaculada Virgen María. Aparece, además de la talla que preside la capilla desde el 8 o 15 de diciembre de 1879, en la vidriera que está a la derecha de la Inmaculada y también en la capa pluvial expuesta en la planta 1ª: santa Cándida, mundo interior.
María es para las Hijas de Jesús esa estrella de la mañana, la más brillante, la que ilumina el camino hacia Jesús. La Madre Cándida experimentó profundamente su acción mediadora en su relación con Jesús: “Y, María, tú pide a tu Santísimo Hijo Jesús que me dé su amor, su gracia y su bendición...”.
María Inmaculada nos evoca la limpieza de corazón. Celebra a la mujer totalmente consciente de que Dios es su centro y habita todo su ser. Su presencia ilumina su vida y hace que las sombras queden empequeñecidas y las dudas desvanecidas. Dios mira a María con amor entrañable. Su mirada la engrandece para que dé lo mejor de sí misma, para que nos ofrezca a Jesús. Las esperanzas y sueños del pueblo de Israel se hacen realidad en esta joven. Ella es la mediadora que, con su sí, posibilita que Dios irrumpa en la historia y la cambie para siempre.
Para santa Cándida era una gran alegría poder celebrar el día de la Inmaculada. En diciembre de 1905 está en Tolosa y, desde esta villa, sigue la marcha de los diversos acontecimientos y asuntos de las demás casas de la Congregación, especialmente la de Mostenses. Se acercaba el día grande de la Inmaculada, día de profesión y de toma de hábito, siente con gran pesar no poder pasar ese día congregacional en su querido noviciado: pues, por mucho que sientan mis hijas que no esté yo en esa para esos días, no sé si lo sentirán tanto como esta madre (…). Tengamos paciencia y conformidad con la voluntad de Dios, que así lo dispone. Hagan Vds. todo lo que pueda para que salga todo bien, con santa alegría. Yo pediré mucho en mis pobres oraciones (…)
¡Celebremos con santa alegría este día de nuestra Madre, la Virgen Inmaculada!
¡Vivamos el espíritu de fiesta congregacional y avivemos el cariño hacia María, nuestra Madre y Señora!
¡Compartámoslo entre nosotras y con tantas personas, compañeras de camino que son eslabones vivos de nuestra tradición e historia!
¡Felicidades en este día de nuestra Madre y Patrona, la estrella de nuestros caminos!
Mª Rosa Espinosa, superiora provincial