El domingo, 27 de marzo, nos encontramos las superioras de la Provincia, convocadas por la Superiora General. En la reunión también participaron la Consejera General, Sonia Regina Rosa, el Gobierno Provincial y la Delegada de enfermerías.
Si hubiera que resumir brevemente el encuentro, diría que fue una reunión de familia por la sencillez, la cercanía y por “lo nuestro”. Es decir, hablamos de nosotras, de “lo nuestro”, de lo que nos identifica, de lo que sentimos y vivimos en este momento de nuestra historia congregacional y social, de nuestro ser y existir en la Provincia.
Comenzamos la jornada con la oración que nos propuso Graciela: “Contemplación de Jesús con la Samaritana”. En esta contemplación nos acompañaba como un “Icono de evangelio”, el icono de Rupnik, presente ya en la Determinación de la CG XVIII. Acudimos nuevamente al pozo, con Jesús y la Samaritana, desde las claves que dio el Papa Francisco en la homilía de apertura del Sínodo. Reflexionamos, oramos, contemplamos y compartimos desde la mirada de Jesús, que, en primer lugar, encontró en el pozo a la mujer samaritana. Después, escuchó sus preguntas. Finalmente, la ayudó a ver, a discernir qué tenía que hacer con su vida para tener Vida. Tres verbos para nuestra vida: encontrar, escuchar, discernir.
Después de visitar la Provincia, Graciela nos compartió su visión de la misma, agradeciendo a Dios toda la vida y riqueza que había encontrado y animándonos a seguir caminando hacia el horizonte del verdadero ser de Hijas de Jesús. A pesar de nuestra pequeñez y empobrecimiento, a pesar de nuestras debilidades… el carisma está vivo. A todas nos pide “querernos, valorarnos, tenernos afecto, quitar prejuicios…”. Y añade: “Nuestro amor no puede ser un amor barato, tiene el precio de Cristo en la cruz. No olvidemos que una manera de evangelizar y de estar en misión, es la manera de estar entre nosotras”.
Para finalizar la mañana, vimos la estadística numérica de las hermanas por franjas de edades, y, desde un cálculo razonable, lo que puede ser dentro de 10 años. Seguiremos reduciendo en número, pero eso no impide que aseguremos, en lo que de nosotras dependa, el buen ser del Cuerpo. Y ahí está el desafío que tenemos en nuestra Provincia: cuidar nuestra vocación, nuestro ser de Hijas de Jesús.
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En la Eucaristía ofrecimos todo esto al Señor, como hijas en la Casa del Padre y dispuestas a celebrar una gran fiesta de fraternidad, que la continuamos celebrando en la comida.
Desde estas líneas queremos agradecer a nuestra Superiora General su paso por la Provincia, su escucha, su atención y ánimo para las hermanas y las comunidades. Gracias también a Sonia Regina por su cercanía y compañía. Gracias a Dios por esta experiencia de fe, en la que todas salimos confirmadas en nuestra vocación.
Mª Carmen Martín, FI