Una vez pasadas las fechas de apertura del proceso sinodal, ya estamos caminando como Iglesia. El logo elegido nos indica varias cosas: este conjunto diverso de edad, vocación, situación personal en actitud dinámica, nos expresa muy bien esta realidad histórica que nos toca vivir.
Hay un colorido variado y hay un gran árbol que cobija al grupo y todos caminan bajo el mismo sol. Esta inclusión de una luz potente que alumbra y cobija al mismo tiempo, me parece una bonita imagen. Ese sol que sale todos los días para todas las personas, que no hace acepción ni discrimina, que acoge con su cálida fuerza a todos los seres humanos, a todo el cosmos. Es el símbolo elocuente de este momento eclesial al que estamos invitados también sin exclusión.
Me viene al pensamiento el discurso del Papa Francisco en la mañana del sábado 9 cuando abrió el proceso sinodal expresando, entre otras ideas interesantes:
“… Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”
Para escuchar, discernir, encontrarnos… Son palabras que en esa mañana me quedaron resonando. Debemos escucharnos unos a otros, como lo hicimos en los grupos lingüísticos que ya tuvimos esos días. Nos unía el idioma, pero la diversidad era grande: países, culturas, laicos, cardenales, religiosas, obispos, personas de más edad, jóvenes… Era la muestra de la pequeña-gran Iglesia. Pudimos dialogar, confrontar puntos de vista distintos, intercambiar opiniones (también muy variadas y a veces contrapuestas…), pero hubo escucha respetuosa y mucha libertad.
¡Ojalá que esas experiencias se mantengan a lo largo del camino y a lo ancho de las variadas situaciones que vivimos para poder aprovechar las ocasiones que se nos ofrecen de colaborar juntos para una Iglesia más al estilo de Jesús, a su programa de vida, que contagie esperanza y alegría de vivir, aún en medio de las dificultades de la historia humana!
Aprovechemos las oportunidades que se nos ofrecen y que también señala el Papa. La primera, avanzar hacia una Iglesia sinodal, no de manera ocasional, sino estructural. La segunda, detener el ritmo y pararnos a escuchar. La tercera, una Iglesia de cercanía. Y nos recuerda, de paso, que el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura.
Por otra parte, con gran sentido de realidad, el Papa Francisco nos advierte de tres posibles riesgos: formulismo, intelectualismo e inmovilismo. Sería lamentable no dar pasos con hondura y quedarnos en la superficie o, de tanta intelectualidad, no bajar a la vida cotidiana y, peor aún, dejar que todo siga como está porque “siempre se hizo así”. Estaremos atentas a esos riesgos, poniendo fuerza en las oportunidades que este proceso sinodal nos brinda.
Es sin duda un tiempo de gracia, de oración, de escuchar al Espíritu que sopla donde quiere y habla también por cada persona. La raíz bautismal nos da un elemento de honda cohesión para sentirnos familia amplia, para festejar en la mesa común en la que nadie quede fuera, para mantener la puerta abierta e invitar a entrar a todos y cada uno con su original singularidad.
Termino haciendo mía una de las peticiones del Papa Francisco:
“Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro”.
María Luisa Berzosa FI
Curia General – Roma