El curso pasado el Equipo de Revitalización envió a la web una reflexión mensual sobre la Laudato si, para invitar, una vez más, a la lectura de la encíclica del papa Francisco, y compartir algunos cuestionamientos que nos provocaba la última parte de la encíclica sobre  nuestro estilo de vida.

Este curso, nos ha parecido oportuno tomar  para nuestra reflexión la exhortación apostólica postsinodal sobre la familia Amoris laetitia (La alegría del amor, o con las siglas AL). Hace dos años, en el 2016, se publicó esta exhortación del papa Francisco que “rezuma ternura, atención y cuidado por el más débil, por el que sufre; rezuma evangelio”

A lo largo de estos dos años la exhortación ha provocado muchos comentarios, elogios, cuestionamientos, especialmente sobre algunos puntos muy concretos. En el nº 7 dice el Papa “que cada uno, a través de su lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias… porque no son un problema, son una oportunidad”. Cuidar  con amor la vida de las familias nos atañe a toda la comunidad eclesial, también a nosotras (cfr. DCGXVII,30)

Hemos tomado para esta reflexión el  comienzo  del capítulo IV sobre el amor cotidiano, que es una exégesis de 1 Cor 13,4-7 y que nos incumbe a todos.  Dice Pablo Guerrero sj que ”una lectura orante de estos números pueden prepararnos para hacer un examen ignaciano de nuestro modo de amar”:

  • Dar gracias a Dios por tanto amor recibido y brindado, por haber experimentado ese amor del que habla S. Pablo.
  • Examen y perdón: hacerme consciente de las oportunidades perdidas , de cómo en ocasiones amo poco y mal, de mis miedos, cálculos y comodidades a la hora de amar.
  • Propósito de la enmienda: preguntarme si algo puede cambiar.

Cada mes encontraréis en la web el comentario a una de las  exigencias del amor auténtico según S. Pablo, en AL y lo que nos evoca.

 El amor es paciente

(nº  91 y 92)

“No  es simplemente que todo lo soporta… Se muestra cuando la persona  no se deja llevar por los impulsos y evita agredir; es una cualidad del Dios de la alianza, que alaba la moderación de Dios para dar espacio al arrepentimiento y actúa con misericordia” (AL 91)

“Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente o tolerar agresiones físicas o permitir que nos traten como objetos… El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas o cuando nos colocamos en el centro… La paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es… No importa si altera mis planes si me molesta con su modo de ser o sus ideas… El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión hacia el otro…” (AL 92)

Dejé que estas palabras se posaran sobre mi corazón como una lluvia mansa… y  recordé una frase de la 2ª carta de Pedro que siempre me ha consolado mucho: “La paciencia de Dios es nuestra salvación” (2 Pe, 3, 5) Y la entrelacé con la de Teresa de Jesús: “La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta”.

Y releí que el papa Francisco en su reciente exhortación sobre la llamada a la santidad en el mundo actual “Gaudete et exsultate” señala que una de las 5 notas de la santidad en nuestro mundo actual es la paciencia, el aguante y la mansedumbre: “Ante la ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y debilita: paciencia” (11). “El testimonio de santidad en nuestro mundo acelerado, voluble y agresivo, está hecho de paciencia y constancia en el bien” (12)

Y  se me ocurrió invitaros  a los que leáis estos párrafos a que echéis una mirada a las personas que viven más cerca de cada uno en la familia, comunidad, amistades …y descubráis quién se destaca por vivir el amor  paciente, y le agradezcáis de alguna manera su testimonio; y que busquéis  con  quién  podéis tener un gesto  de  paciencia que os ayude a  crecer en la vida cotidiana  para ser testigos del Dios paciente y misericordioso.