En la Cáritas Parroquial de Alcarrás hemos recibido durante el año 2019 a 191 migrantes, mayoritariamente de los países de Guinea Conakry, Camerún, Senegal y Mali. Con un total de 560 entrevistas sus vidas han entrado un poco en las nuestras, un poco y a veces un mucho. El que se acerquen a pedir comida o mantas no es sino la puerta de entrada de una relación, larga y llena de sorpresas, de admiración muchas veces y de impotencia también.
Prácticamente todos han venido en pateras, haciendo un periplo, al que muchos de nosotros no habríamos sobrevivido. Le han ganado la partida a la muerte, porque la esperanza tiene mucha más fuerza que el miedo y el dolor.
La situación en que se encuentran es la de irregularidad. Obtener el arraigo social y la residencia es un calvario que puede durar años, muchos años. Llegan indocumentados porque eso les da una cierta seguridad de que no los devolverán a sus países de origen. Nadie sabe de dónde han salido. Llegar sin nada y no “ser” ante las autoridades de nuestro país los avoca irremediablemente a vivir en la calle. Asentamientos donde la vida se hace tan insoportable que la permanencia durante años acaba con la salud psíquica de muchos de ellos.
Asentamiento en una granja abandonada
Es insoportable cuando uno te dice de otro: “ese chico se está dejando morir” y cuando hablas con él te responde: “sí, la bebida me está matando pero me voy a morir caliente”.
Voluntarias acompañando
Primer escollo: pedirán 3 años de empadronamiento para comenzar el arraigo y aún no está permitido empadronarse sin domicilio. Mientras tanto, estudiar castellano, hacer las 90 horas de catalán oficial, conseguir la partida de nacimiento, el carnet de su país y el pasaporte. Curiosamente, los de Guinea Conakry no pueden hacer el pasaporte en España, tienen que ir a su país para obtenerlo.
Segundo escollo: en situación irregular no se puede trabajar, y sin una oferta de trabajo de un año a jornada completa no se pueden regularizar los papeles. Años de búsqueda, de frustraciones y de penurias.
Acompañar estos procesos es: dolor, paciencia, lucha y mantener la esperanza a prueba de frustraciones. En algunas ocasiones ¡alegría profunda! ¡Hay una oferta de trabajo! Cuando ésta llega: comienza un papeleo con un coste económico difícil de pagar. Se realiza la solicitud de arraigo una vez que se tiene el precontrato, el pasaporte, el certificado del catalán, el histórico de empadronamiento de los tres años y las pruebas de que esos tres años has permanecido en España. Pasará entonces a una entrevista donde habrá de contestar a preguntas y escribir en catalán el resumen de su recorrido desde que salió de su país hasta el momento de solicitar el arraigo social en el nuestro. Meses de espera hasta que llega la notificación positiva.
Mientras tanto, tiene que realizar un poder notarial para autorizar a alguien de su país a que le saque los certificados penales. A veces tardan meses en llegar y, ¡que no le falte ningún sello! Luego, la traducción de los antecedentes penales por un traductor jurado una vez llegan los penales a España. Junto con la concesión del arraigo se presenta toda la documentación en Extranjería pagando las tasas pertinentes y de nuevo esperar. En bastantes ocasiones, desgraciadamente los resultados son negativos, siempre hay algo que no cumple con la normativa: baja renta del empleador, insuficiente tierra para tener otro trabajador, una multa impagada. Cualquier cosa puede ser motivo para denegar la obtención de la residencia con permiso de trabajo.
Pero en algunas ocasiones y, aunque sean pocas, son grandes victorias. Llega el ansiado papel donde pone FAVORABLE. Y se puede decir que en Alcarrás hay tanta alegría por uno que consigue los papeles, que hasta los que no los consiguen se unen a la celebración. Ya les tocará a ellos también, porque aquí, no se pierde la esperanza.
Celebrando expedientes favorables
Y empieza a trabajar. Su cara se transforma. Sacar el carnet de conducir, tener un coche de 5ª mano, poder desplazarse a otras campañas, enviar dinero a la familia, ir por primera vez a su país después de 10 o 12 años y trabajar para cotizar como mínimo 6 u 8 meses y poder renovar la tarjeta después del primer año.
Cuando se trabaja en el campo, sólo se cotizan los días que se trabajan y puede ser que cada mes sólo le hayan cotizado 16, 20 días, los sábado y domingos, no cuentan, cuando llueve no se trabaja, si la fruta aún no ha madurado.
Y a pesar de tanta incertidumbre, la vida continúa. Unos saldrán y se convertirán en ciudadanos de pleno derecho y nosotras, las Hijas de Jesús de Cataluña seguiremos en Cáritas junto a los contratados/as y voluntarios/as, acompañando a los que aún están por salir y sobre todo a los que no tendrán oportunidad de hacerlo.
M. Dolores Cabello FI
(Alcarrás)