La Iglesia celebra hoy, 3 de enero, la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, que fue instituida en 1721 y más tarde suprimida un tiempo en el calendario romano hasta que fue restaurada por el Papa Juan Pablo II. Con la revisión del calendario universal de 1996 pasó a celebrarse del día 1 de enero al 3 del mismo mes.
En esta fiesta, el evangelio nos recuerda cómo Simeón, un hombre honrado y piadoso, supo contemplar en el bebé de dos jóvenes judíos a su Salvador. En este día la etimología del nombre de Jesús, nos lleva a su raíz “Jehoshua” que significa que Yahveh es salvación.
Llevar el nombre de Jesús en el corazón es desear tener sus mismos sentimientos, pensar como Él, querer bien como; ver como Él; caminar como Él. Significa hacer lo mismo que Él hizo y con sus mismos sentimientos, con los sentimientos de su corazón. El corazón de Cristo, de un Dios que por amor se ha vaciado.
El 3 de enero, las Hijas de Jesús celebramos la onomástica de nuestro nombre: Hijas de Jesús. En él se recoge, en esencia, la gracia carismática que recibió santa Cándida. En su experiencia del Rosarillo (Valladolid, 2 de abril de 1869) siente que el nombre de la congregación que tiene que fundar es el de Hijas de Jesús. El nombre nace de su experiencia espiritual y contiene el carisma, es decir, la manera de relacionarse con Dios, con Jesús, el modo de ser y de proceder. Su fuerza queda expresada en Las Constituciones, 2: “Cualquiera que quisiere pertenecer a esta nuestra Congregación, que deseo se llame de las Hijas de Jesús, y servir en ella a Dios nuestro Señor, …”
Cada Hija de Jesús que vivimos con pasión nuestra vocación estamos llamadas a vivir vaciándonos de nosotras mismas, a descentrarnos para poner en el centro de nuestras personas a Jesucristo. “Vivir la propia vocación como miembros de un Cuerpo universal, con entusiasmo, alegría y esperanza, con confianza plena en Dios. Seguir radicalmente a Jesús, vivir la filiación y la fraternidad en el día a día” (LVAF 1).