Hoy, 7 de septiembre, víspera de la festividad de la Natividad de María, recordamos de manera de especial a nueve de nuestras hermanas que celebran 50 años de vida religiosa. Nos alegramos con ellas y damos gracias a Dios por este medio siglo de vida entregada a los demás en la Congregación.  

Les hemos pedido que, en esta fecha tan destacada, compartan con nosotros su sentir y su experiencia. Y lo hacen a partir de un único texto que las refleja y expresa a todas. Lo primero que les hemos preguntado es cómo ha cambiado la realidad de las Hijas de Jesús en estos 50 años, desde aquel 7 de septiembre de 1969 en que profesaban sus primeros votos:

Nuestra realidad en estos años ha experimentado un cambio grande por la combinación compleja de varios factores que han influido en el número de Hijas de Jesús, en los tipos de comunidades; en nuestra presencia en las obras apostólicas, mayoría antes, ahora somos minoría las Hijas de Jesús y la mayoría laicos comprometidos con la misión educativa.

Vivíamos la diversidad como una gran riqueza; la alegría como confirmación de nuestra vocación; el trabajo incansable en la misión compartida en nuestras obras, era la ofrenda al Señor junto con la oración.

Hoy se participa mucho en voluntariados, en otras obras que nos ayudan a conocer realidades acuciantes en nuestra sociedad. 

Creemos que lo que ha cambiado es el modo de expresar lo que somos y vivimos. Estamos en una cultura nueva y esto nos ha llevado a plantearnos nuestra propia identidad dentro de ésta. Creemos que son LOS MODOS en que vamos tejiendo nuestra vida en y con los otros los que van abriendo nuevos caminos y procesos. Y lo que seguirá haciendo auténtica nuestra misión será el vivir nuestra identidad de vida consagrada de forma íntegra, dejando que el Señor atraiga nuestro corazón. Si nuestra vitalidad se renueva desde dentro y seguimos dejándonos hacer por Él, seguro que la Congregación seguirá manteniendo su buen ser y los laicos podrán vivir el carisma con transparencia. Hemos crecido en claridad al identificar vocación con misión, ser y hacer Reino. Y hemos sido capaces de buscar y encontrar los nuevos acentos diseñando  espacios y procesos, que hagan posible los cambios necesarios para cambiara los modos.

 

Estos son días de celebración, por lo que «llegarán felicitaciones de las Hermanas prácticamente de todas las casas gracias a estos medios que tanto nos facilitan la comunicación sobre todo en fechas significativas», nos cuentan. «Algunas de nosotras, en este tiempo de verano, ha compartido esta Acción de Gracias en la familia y con las amigas que desde pequeñas compartimos nuestras vocaciones en el Colegio, el valor de la amistad que fortalece y acompaña siempre»

 

También les pedimos que nos digan qué es aquello que quieren compartir con el resto de hermanas y laicos, a lo que responden:

Que en la Congregación, siguiendo a Jesús, nos sentimos felices y agradecidas. Y que, al mirar atrás, podemos decir que somos lo que somos cada una es gracias al Señor y la Virgen que nos han sostenido a través de tantas mediaciones de hermanas, jóvenes, profesores y familias que siempre nos ayudaron. Compartir también lo importante que es ser coherentes con lo que creemos para mantener vivo el carisma de la Madre Cándida. 

 

Y junto con la mirada al pasado les pedimos que echen la vista hacia adelante, al futuro, para que, desde esa sabiduría que aporta la experiencia acumulada, nos hagan llegar los retos que ellas vislumbran:

Ponemos dos retos en el horizonte recogidos de las concreciones que nos han llegado de Roma:

– Uno. Encarnar en la vida la Determinación XVlll, que nos permitirá renovar nuestro estilo de vida para abrirnos más al sueño de Dios sobre nosotras, para ser más creíbles y ofrecer un nuevo rostro en la Iglesia y en el Mundo. 

– Dos. Impulsar en nuestras búsquedas el discernimiento en común, Laicos e Hijas de Jesús, para ser respuesta las necesidades de hoy, como lo fue la Madre Cándida en su tiempo. Fijos los ojos en Jesús, el que inició y completa nuestra fe. (Hebreos 12, 2) y en María, modelo de discípula.  

 

Y se despiden dando gracias:

Expresamos nuestra gratitud, por tanto bien recibido, durante estos años. Consideramos nuestra vocación un tesoro en el que progresivamente vamos descubriendo la riqueza que encierra para nosotras y para los que se relacionan con nosotras. 

¡Muchas gracias a vosotras y felicidades!