Diego Velicia, psicólogo del COF Diocesano.
En los números 99 y 100 de Amoris Laetitia el Papa Francisco desgrana la expresión “el amor es amable” de la carta de San Pablo a los Corintios de una forma realmente original a la hora de entender la amabilidad como la delicadeza de contar con el otro para nuestra vida.
El amor auténtico detesta hacer sufrir a los demás. Por eso cultiva una sensibilidad que le permite aprender a sentir, a hablar y, en ciertos momentos, a callar. Puesto que la intimidad que supone el matrimonio, pide la delicadeza de una actitud no invasora que respeta la libertad del otro y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón. Traduciendo esa delicadeza a expresiones habituales diríamos: “¿qué te parece si…?” “¿cómo ves si hacemos…?” Se trata de contar con el otro, de dejar que se ponga en marcha su libertad, interpelada por esa pregunta.
El pesimismo que destaca defectos ajenos y no cree en las posibilidades de cambio, provoca la dureza en el trato.
El amor amable genera vínculos, crea redes de integración que fomenta un sentido de pertenencia desde el que se puede sostener una entrega por los demás. Cuando el trato en la familia, hacia la esposa o el esposo, hacia los hijos, es duro, rígido, intransigente, la convivencia se vuelve casi imposible. El que ama es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, estimulan, consuelan…