El 28 de agosto de 1902 la Madre Cándida llega a Roma y tiene un trabajo intenso hasta el 5 de septiembre que presenta las Constituciones al Papa, León XIII. Esos días su atención y esfuerzo estuvieron centrados en las Constituciones que debía presentar para rescatar el máximo posible de su intuición original ignaciana. Una vez concluido ese trabajo, tiene un tiempo de espera hasta que recibe el decreto de aprobación.  En su carta 244 escribe “No dude V.R. de que yo también pido por V.R., sobre todo, en este tiempo en que estoy en esta tierra en donde se veneran tantos santos; casi todos los días andamos visitando sus santos cuerpos. ¡Y si viera cuánto me hacen desear el cielo, pues algunas lágrimas vierten estos mis ojos al considerar que tantos mártires vertieron su sangre por el amor a su amado Jesús! ¡Quién pudiera tener esa dicha! Pero yo no soy digna de tanta gracia; pida V.R. para que el Señor tenga misericordia de mí y me dé la gracia para sufrir con paciencia el martirio prolongado cumpliendo siempre su divina voluntad”.

¡Y si viera cuánto me hacen desear el cielo, pues algunas lágrimas vierten estos mis ojos al considerar que tantos mártires vertieron su sangre por el amor a su amado Jesús! 

La Madre Cándida, al entrar en contacto con la historia del Cristianismo en Roma, despliega sus sentidos y se deja afectar por la historia de quienes le precedieron en la fe, hombres y mujeres mártires que pagaron con su sangre el haber descubierto experiencialmente a Jesús como Señor de sus vidas y haberlo confesado públicamente.  Nunca hubiera pensado que ella misma sería reconocida como una de esos testigos que se vistió de Jesús y lo trasparentó con sus hechos y palabras a sus hermanas y a todas las personas con las ella se relacionó.

109 años después de su muerte, en su dies natalis, día en que la Madre Cándida nació a la Vida verdadera, evocamos en Salamanca el ir y venir de sus pasos, el subir y bajar por la calle San Pablo, el afán y las prisas en la estación del tren, su presencia humilde y cariñosa con las alumnas, las hermanas, los viandantes que se cruzaban en su camino, el eco de su voz animando, aconsejando y compartiendo su experiencia de fe, la huella de educación en tanas generaciones, su testimonio de mujer buena, de mujer santa.

¡Feliz día de Santa Cándida Mª de Jesús!

Mª Rosa Espinosa, FI